Llegadas tardes…
Uno de mis mayores deseos cuando estudiaba dibujo, era publicar en Rico Tipo, una revista de humor “picante” para aquella época que hizo escuela. Ahora sería naif. Así que en una de mis idas a Buenos Aires fui a la redacción de Rico Tipo, que tenía todo un piso de oficinas en Roque Sáenz Peña. Cuando llegué al piso me llamó la atención que todas las puertas estaban cerradas a pesar que era poco más de mediodía. Tampoco ubiqué ningún escritorio con su bonita secretaria. Así que toqué el primer timbre que vi. Luego de unos minutos apareció un hombrecito de prominente nariz. Era Guillermo Guerrero, uno de los dibujantes estables del plantel de la revista, luego creador de Lupín. Cuando me presenté y le dije que quería hablar con Divito me dijo: -Divito falleció el mes pasado en un accidente automovilístico en Brasil, por eso estamos trabajando a puertas cerradas…
(Tuvo un accidente contra un camión en una ruta de Brasil y murió el 5 de julio de 1969)
¡Qué mala suerte! No había podido conocer a un grande del dibujo cómico. Había llegado demasiado tarde. La noticia no había salido en ningun diario uruguayo, por lo menos que yo me enterara. De todas maneras, le mostré mis dibujos a Guerrero, pero me dijo que la situación de la revista estaba muy complicada, ya que el que había tomado la dirección era un sobrino de Divito y que opinaba que el cierre era inminente.
De todas maneras, me dio un par de direcciones donde yo podría ir a publicar, cosa que hice…
A los dos años de fallecer Divito, la revista cerró definitivamente. No era ni la sombra de lo que había sido. Años después la volvió a abrir un grupo dirigido por Eduardo Ferro como “La nueva Rico Tipo”, con la diagramación de Francisco Mazza. Así que un día me llegué a la nueva dirección y encontré a Mazza, una gran persona que me atendió inmediatamente, dejando de lado unas páginas que estaba haciendo. Estaba en una pequeña habitación y el único tablero que había, lo ocupaba él. Al preguntarle por los demás dibujantes, me contestó que cada uno traía los dibujos hechos en su casa, allí trabajaba solo y que dejara mis dibujos que me los publicaría en sucesivos números.
Esa vez había ido por otra editorial MOPASA, a llevar una historieta que me habían pedido: “El Luchador”,personaje de mi creacción, eran 12 páginas en dibujo humorístico en blanco y negro, que se publicó en una revistita denominada “La Barra de Pascualito”, por la segunda mitad de 1970.
Arreglé con Mazza en enviarle dibujos por correo, cosa que aceptó y así colaboré en unas cuantas Rico Tipos de la segunda época, pero ya no era lo que yo había soñado.
Le pasé el "dato" al colega Salvatore que fue a Buenos Aires y publicó inmediatamente durante varios números. No recuerdo cuánto duró la revista, pero ya estaba "Humor" haciendo "capote" y al tiempo, cerró definitivamente.
Le pasé el "dato" al colega Salvatore que fue a Buenos Aires y publicó inmediatamente durante varios números. No recuerdo cuánto duró la revista, pero ya estaba "Humor" haciendo "capote" y al tiempo, cerró definitivamente.
En mi casa se leía mucho, mis padres gustaban de las magníficas Selecciones del Reader, también novelas y se compraban el Tony y el Intervalo semanal. Un diario en la semana también y eso que éramos de clase pobre, pero el dinero “valía” y bien administrado nos podíamos dar algunos lujos: el de la lectura por ejemplo. Y escuchar los radioteatros gauchescos del libretista argentino Héctor Bates que pasaban al mediodía por radio Splendid, eso me dio la pauta para escribir después mis historias gauchescas.
De las revistas que mi padre gustaba leer, recuerdo las de “Fabián Leyes” y “El Huinca”, escritas y dibujadas por Enrique Rapela. Y en una de mis visitas a Buenos Aires, llegué a la redacción de esas revistas que publicaba su editorial “Cielosur”.
Luego que me presenté a un hombre que me atendió al cabo de un rato de espera, y me dijo que se llamaba Magallanes (ayudante de Rapela), me comentó que éste estaba muy enfermo y era imposible verlo, ya que estaba internado. Como no me quería ir sin mostrar mis dibujos, llamó a un señor bajito, medio rechoncho de grueso bigote y lentes caídos sobre su nariz y me lo presentó como el director de las revistas: se llamaba Leonardo Wadel. (El creador de tantos guiones estaba allí, tan humilde, como si fuera uno más de los mortales atendiendo a un promitente e ignoto dibujante uruguayo).
En tono apenas audible me confirmó la enfermedad de Rapela…”cuestión de horas”, dijo. Por supuesto que no insistí, le dí las gracias por su atención y me fui.Rapela falleció en febrero de 1978.
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