XANADU 19

domingo, 25 de julio de 2010

Memorias desde mi tablero


Al Rojo Vivo
Sigo recordando la década del 60 del siglo pasado, cuando hacía poco que trabajaba en El Día. Una noche, Rivera me preguntó si yo tendría ganas de ilustrar notas policiales, porque él tenía mucho trabajo y quería largar ese otro. Por supuesto que quería. La dueña de la pensión no permitía un día de atraso a los que desde el interior (casi todos) ocupábamos sus vetustas piezas de altos techos, sin ventanas. Cualquier moneda servía.
El trabajo era ilustrar situaciones policiales ocurridas en la semana o a veces en el pasado y era resuelta en aguada porque se imprimía en huecograbado, en las máquinas que tenía El Día. Se publicarían en una revista dedicada al tema que fue muy “famosa” durante los pocos años que salió a a venta: se llamó “Al Rojo Vivo” y era  dirigida por Antonio García Pintos y Luís Sciappapietra . Como García Pintos era cronista de policiales del diario, esa misma noche lo encaré y me ofrecí para colaborar con su publicación. Le hice ver alguno de mis trabajos y me dijo que fuera al día siguiente a la oficina donde se hacía la revista, en 18 de Julio, al lado de Casa de Galicia, en un tercer piso.
La “redacción” era una especie de cuarto con una pequeña ventana. A un costado el diagramador estaba diseñando la revista y los dos o tres presentes de pié, fumaban y hablaban de un caso policial ocurrido en la semana. Pregunté por García Pintos y me dijeron que no tardaría en llegar…
Casi una hora después llegó con su cuota alcohólica (además era un empedernido fumador lo que lo llevó tempranamente a la tumba), lo saludé y me presentó a los presentes como el dibujante que desde ese día iba a suplantar a “Riverita”.
Tomó la planilla de la revista y me habló de un hecho policial. Ese era el tema a ilustrar.
Salí bastante desnorteado porque no tenía idea cómo vestía la policía ni que armas usaba en esa época. No estaba en mi atención mirar policías. Pero cuando me puse a dibujar me dí cuenta que no sabía dibujar una de esas enormes gorras que usaban. Acudí a mis amigos de pensión, pero como no eran dibujantes, con sus explicaciones me confundían más. Hasta que a uno se le ocurrió decir por qué no iba hasta San José y Yí a echar un vistazo.
Haciéndome el turista, pasé varias veces frente  a la jefatura mirando de soslayo los policías parados en la puerta, tratando de registrar y grabar sus uniformes, hasta que creí que ya lo tenía todo en mi mente.
Volví al cuarto de pensión y me puse a bocetar lo que había visto. La mente me jugó sucio y no tomó todos los detalles que yo quería poner en el dibujo, así que inventé algo para que luego con la aguada por arriba, pasase desapercibido.
Como el espacio era reducido: éramos tres viviendo en un cuarto de unos cinco por tres metros, mi “tablero” era una mesita de luz donde había colocado una carpeta de dibujo, cuyo cartón duro me servía como base para dibujar. Este mismo sistema lo empleaba en Buenos Aires, cuando paraba en algún hotel y mi estimado amigo Umpiérrez también, según me lo confesó en una amena charla…
El dibujo debía terminarlo a lápiz y luego con la tinta aguada, “pintarlo” intentando darle un “realismo fotográfico”, aun me faltaba mucho para lograr ese efecto y el dibujo lo vi muy duro, pero no me podía darme el lujo de hacerlo de nuevo.
A mis amigos les gustó aunque le sacaron defectos del uniforme policial, cosa que corregí. (Varias veces los utilicé a ellos como mis modelos para aquellos dibujos de Al Rojo Vivo)
Al otro día llevé la ilustración. La miraron mientras yo les escrutaba el rostro, pero no ví nada que me desilusionara. Entonces me animé  a preguntar cuando y cuánto pagaban. Me dijeron que se pagaba viernes por medio a eso de las 4 de la tarde. Y cada dibujo eran unos 30 pesos (no recuerdo muy bien este dato), pero quedé fijo, aunque nunca aparecí en el staff. Como la revista estaba llena de sangre, creo que fue lo mejor.

¡Marche un identikit para una revista sensacionalista!
A veces, Antonio García Pintos me llamaba a la pensión por teléfono, ya fuera para pasarme un tema a dibujar o como aquella mañana que me dijo:
-Venite hasta el bar xx, en el Cerrito de la Victoria. Tenés que hacer un identikit…¿sabés hacerlo?
Le dije que sí, pero en mi vida había hecho uno. Lo que sabía era por las novelas o el cine, pero en esos días yo estaba pronto para hacer cualquier dibujo que me pidieran y pagaran…Así que fui al bar donde el dire ya se había desayunado con grapa o caña y fumaba como una chimenea, mientras garabateaba lo que supongo sería la nota que iba a hacer para la revista o el diario.Lo recuerdo escribiendo con pasión, moviendo la cabeza, como si escribiera música. Lo mismo hacía en el diario: siempre llegaba muy tarde, diciendo que venía de jefatura, pero todos sabían que su "jefatura" estaba en el boliche por Yí sí, pero entre 18 y Colonia.
-Tenemos tiempo. Tomate algo…
Acepté un café cortado con un croissant y al terminar salimos rumbo a un baldío cerca de allí. En el camino me dijo que habían violado a una muchacha con el síndrome de down y que la madre sabía quien era el violador, pero la policía no le hacía caso, por eso recurrió a la revista. Antonio le decía que iba a ser una nota principal y si yo la pegaba con el retrato hablado, iría hasta en tapa.
En un baldío habia una casa semiderrumbada, sin techos, solo los tirantes quedaban como mudos testigos de un viejo caserón. El pasto era tan alto que me llegaba a la mitad de mi cuerpo. En una esquina del interior de la casa, había una casilla de cartón, latas y otros elementos, que era donde vivía esa pobre gente.
Luego de llamar Antonio con un golpe de manos , apareció una señora retacona, medio achinada con su hija, también fueron apareciendo otros chicos hermanos de ésta que era casi de la altura de su madre y rechoncha, con la característica de la deficiencia. Tragué saliva y me acomodé como pude- había llevado un block de dibujo chico y un lápiz. Antonio le empezó a hablar despacio, para que fuera contando las características del tipo violador, pero la pobre muchacha no decía nada y agachaba la cabeza. Fue la madre que dio los datos como si hubiera sido ella la violada. La chica le había contado a ella cómo era el individuo y además tenía mucha vergüenza de dos desconocidos que le estaban haciendo preguntas.
Boceté una cara, más de personaje de historieta que de identikit, porque no me daba datos justos, como color de ojos, si tenía piel oscura o blanca, si era alto o bajo y demás información como para hacer un dibujo que se le pareciera. Cuando lo terminé, Antonio se lo mostró a la chica y ésta hizo un ademán con la cabeza, no sé si afirmando o negando, pero como nos teníamos que ir, se terminó la entrevista. Ví cuando Antonio le daba algo de dinero a la madre.
El “identikit” salió en medio de la revista con una de las notas extraordinarias que escribía aquél curtido periodista, y además un detalle en tapa. No me acuerdo si lo agarraron, si el dibujo sirvió para algo, pero ese día debuté con una ilustración que nunca pensé iba a realizar.

Pánico escénico
Aquella noche yo estaba en la mesa de dibujo en El Día haciendo el dibujoque iba en la tapa del diario, cuando me llama Antonio que llegaba.
-¡Gezzio, mañana andá a Canal 10 a eso de las 11 y 30 de la mañana! ¡Me contrataron para escribir un ciclo y vos tenés que hacer los retratos! Se va a llamar “Retratos al carbón” y mientras la locutora lee la historia que voy a escribir ahora, vos dibujás el retrato de la persona, vamos a empezar con Artigas…Allá te explicarán todo.
Quedé pasmado. Dibujar en la tele. Estoy refiriéndome a 1967 o 68. Ni en la pensión donde vivía tenían una tele. Y todavía era en blanco y negro.
Después que salí del diario- a medianoche- me fui hasta mi cuarto a buscar algun dibujo de Artigas para tenerlo listo. Encontré el clásico de Blanes.
Al otro día, con los nervios de punta –siempre he tenido que luchar con ellos y mi estómago cuando enfrento a situaciones fuera de lo común- llegué al canal donde me pararon en la puerta.
-¿Gezzio? No, Ud. No está anotado acá- me dijo una secretaria que oficiaba de portera detrás de un escritorio, mientras miraba una lista mecnografiada.- ¿Y para qué era?
Le expliqué que Antonio García Pintos me había llamado la noche anterior para dibujar en un programa del mediodía…
-¡Ah, a García Pintos sí lo tengo! Está adentro. – y señalándome una puerta con una luz encendida continuó: Cuando se apague esa luz roja, puede entrar…
El galpón devenido en estudio de televisión apabulló la poca autoestima que me quedaba. A lo oscuro descubrí a Antonio lo que me tranquilizó un poco.
-¿Trajiste el dibujo?
Traje uno de Blanes. Lo copio de ese…
-¡No entendiste nada! ¡Tenés que dibujar como si lo hicieras vos y con una carbonilla! ¿Tenés papel blanco por lo menos?
Sí, eso lo traje…un block, y tengo un lápiz blando.
Antonio llamó a un tipo muy nervioso de gruesos lentes y con la cabellera ensortijada como quieriendo volar- después supe que era el director del programa y le dijo algo al oído…Allí todos hablaban bajo, estaba en el aire otro programa.
Entonces el hombre me llamó y me llevó a un rincón del amplio estudio, donde había una mesa alta, parecida a las de dibujo, sacó las cosas que llenaban la tabla y me dio las pautas que debía seguir:
-Tiene que hacer en la hoja en blanco un dibujo a lápiz, pero suave, que lo vea solo Ud. La cámara no lo “verá” y cuando le indique Ud. Empieza a refilar el dibujo como si lo estuviera dibujando al aire. ¿Entendió?
El retrato de Artigas ya lo había hecho muchas veces para el Día de los Niños, así que saqué el parecido rápidamente, cuando apareció de nuevo el director con una carbonilla, diciéndome que utilizara esa para dibujar.
El programa que estaban dando finalizó, así que los utileros corrían de un lado para otro armando la escenografía del próximo, donde yo debutaría con “Retratos al Carbón”. El programa se llamaba “La Puerta del Sol”, conducido por Del Valle, con locución de Cristina Morán, que se me acercó a preguntar cómo se pronunciaba mi apellido ¿Gezzio con G o con Y? ¡Con Ye, le dije?
Me colocaron una mesita de dibujo pero sin silla, tenía que dibujar parado. Puse la hoja y apronté la carbonilla y sentí ¡Acción!
Yo estaba más duro que rulo de estatua. No podía dibujar y para colmo enfrente a mí , agachado el director con los pelos parados, me hacía señas que empezara a dibujar. Ahí espabilé, comencé a sentir la voz melodiosa de Cristina, leyendo la historia sobre Artigas que había escrito Antonio. Me habían dicho que todo duraría unos tres minutos, pero el pánico que tenía me llevó a terminar en segundos el dibujo. Tenía una cámara por sobre mi hombro derecho que me filmaba y una voz que me decía: ¡Siga, siga dibujando!
Repasé el dibujo y lo llené de rayas hasta que ¡por fin!, la Morán se calló. De algun lado brotó una música y las cámaras se deslizaron hacia un falso living para la entrevista del día.
Salí de allí como si hubiese estado en un baño turco y me fui a la pensión. Me acosté y me dormí una larga siesta.
A la noche esperaba que García Pintos me dijera que ya estaba todo terminado. Se me acercó a mi mesa cuando llegó y me dijo:- Estuviste fenómeno y les gustó lo que escribí. Vamos una vez por semana y te van a pagar unos 300 pesos por dibujo…
No lo podía creer. Eso era mucho dinero para aquél año. El próximo dibujo fue un retrato de Clemente Estable. Me tomé mi tiempo y terminé el dibujo junto con la locutora. El director se me acercó y dándome la mano, dijo: -¡Muy bien! ¡Entendió los tiempos de la televisión! ¡Lo felicito!
Duró una temporada o sea un año. Me pagaron religiosamente semana a semana y fue una experiencia inimaginada para un dibujante que quería hacer tiras cómicas…

El escultor de la Patria
Pero no puedo dejar pasar otra anécdota que tuve justo un primero de mayo que a pesar de ser feriado, la programación no se cambió y debí ir a hacer mi retrato  al carbón. Mientras esperaba, sentado detrás de las cámaras, llegó un señor muy mayor que se sentó a mi lado y enseguida me empezó a hablar muy amablemente .Cuando le dije que yo era dibujante, me contestó que a él le gustaba mucho el dibujo y que cuando podía lo hacía para despuntar el vicio.
Reconozco mi ignorancia en aquellos años de los uruguayos destacados. Nacido en el interior, había vivido en Buenos Aires y conocía más los dibujantes de allá que los de acá, así que no sabía con quién estaba hablando. Pensé que sería un político a quien le harían la entrevista. Él bromeaba con que nos hacían trabajar un primero de mayo y que mejor estaría en su taller…Como siempre soy de pocas palabras y me cierro ante un extraño, la conversación no prosperó. Y me tocó el turno de dibujar. Después que terminé, se me acercó, me dio la mano y me dijo: -Lo hizo muy bien…¿Usa un dibujo suave de base, verdad?
Entonces por los parlantes escuché la voz de Cristina Morán anunciando al invitado del día: …”¡y con nosotros, hoy tenemos la presencia del gran artista José Luís Zorrilla de San Martín!...”


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viernes, 23 de julio de 2010

Memorias desde mi tablero

Mi "paso" por Mundo Uruguayo
La época del sesenta del siglo pasado era muy estéril en revistas o lugares donde publicar algo, como para comer todos los días y pagarme la pensión. Hacía poco que estaba en El Día y el cobro era magro, por lo que empecé a recorrer las oficinas de los otros diarios, pero ya todos tenían el personal estable: uno o dos dibujantes que hacían de todo: desde una caricatura hasta un aviso. Y cuando decía que ya estaba en El Día se terminaba la entrevista. No se acostumbraba a trabajar en diarios de la competencia, uno era del que lo tomaba y no podía dibujar para otro, esa era la excusa repetida que escuchaba. Salvo en La Mañana donde al Dr. Blengio Brito no le importó ya que necesitaba un historietista para el suplemento Pilán que publicaba el diario y así nació mi primera historieta cómica gauchesca: “Gauchito”. Pero el pago seguía siendo poco, así que seguí buscando hasta llegar a otra revista ya centenaria: Mundo Uruguayo que se imprimía en huecograbado en los talleres que tenía El Día en la calle Piedra Alta y La Paz. Una mañana llegué hasta esos galpones y pedí hablar con el director o quién fuera el encargado de arte. El moreno portero me dijo que subiera una pequeña escalera y preguntara por Pablo Bodó, director en esos años finales de dicha publicación. Así lo hice y luego de esperar un rato en la soledad de una atestada oficina, apareció un hombrecito de ceño fruncido y muy nervioso que me increpó para qué estaba yo allí.
Cuando le mostré los dibujos, me dijo que ya tenían un dibujante que ilustraba todo: José Rivera. Le dije que lo conocía porque hacía un tiempo estaba trabajando junto a él en la Redacción del diario. Entonces fue hasta una carpeta, sacó dos hojas mecanografiadas y me las dio, diciendo: -“¡Hágame dos ilustraciones de este cuento y tráigamelo!...Además me dio una revista de Mundo Uruguayo de la semana y desapareció, dejándome solo con el papel en la mano.
En la tarde leí y releí el cuento –un tema romántico ocurrido en algún lugar de Europa, por lo que tuve que buscar información sobre los vestidos, e hice los dos dibujos pedidos. Le agregué una aguada uniforme para darle un toque de gris, ya que lo hice a la pluma y había visto que la revista, al ser impresa en “hueco” permitía esos tonos.
Al otro día, temprano le llevé los dibujos, pero el portero me dijo que el señor Bodó iba solo dos días por semana y ese día no estaba, así que le dejara el material que él se lo entregaría “cuando lo viera”. Los metió en un sobre a lo que le pedí que le pusiera mi nombre, para que me recordara. El portero me dijo al despedirme: -“Venga el miércoles de la semana que viene que ese día el “arma” la revista…Y me fui bastante desilusionado, pensando que el sobre se podía extraviar, qué pensaría el fulano, en fin como que había sido un trabajo en vano.
Pasó la semana y el miércoles por la mañana volví al “galpón”. Al verme el portero me sonrió y señalándome l escalera me dijo: Está arriba, pero apúrese porque está por irse…
El hombre me miró sobre sus lentes, semiapoyado en un viejo escritorio lleno de papeles y me dio un ejemplar de Mundo Uruguayo recién salido de la imprenta:
¡Tome, fíjese en las páginas tal y tal!
¡Allí estaban mis dibujos publicados y a dos colores: lo habían virado al rojo y al azul y a pesar de la rara mezcla, para mí estaban hermosos!
-No sabía que los iba a publicar- le dije- pensé que eran de muestras…
-Las muestras ya las vi cuando vino la semana pasada ¿no? Tome este otro y hágame una ilustración porque tengo poco espacio en el próximo…
Gracias- balbuceé- ¿Y ésto como se paga?
En ningún momento había hablado de pagarme los dibujos ni cuánto, por eso mi inquietud.
-Cuando vuelva con el próximo dibujo, le doy un vale que lo cobrará en la ventanilla, en la caja del diario.
Y así fue. No pude hacer muchos dibujos porque para ahorrar, el director usaba ilustraciones que “tomaba” de revistas americanas, pero creo que el hombre se apiadó de un joven dibujante y vio el hambre en mi cara para darme algunos trabajos. Creo que ese fue el último año que se publicó aquella revista. Había cumplido un ciclo y la directiva de El Día tenía una serie de suplementos en preparación: “El Día de los Niños” entre ellos, que hicieron historia en la prensa uruguaya.   

domingo, 18 de julio de 2010

Memorias desde mi tablero

Mi tapa censurada
Durante muchos años pinté las tapas de Charoná, hasta que un día tuve una diferencia de criterios con Bóffano, el director y me fui de la revista. La revista salía quincenalmente y yo dibujaba además de la tapa, la historieta del indiecito y los posters, además de ilustraciones históricas, por lo que me debían avisar con tiempo el tema que debía dibujar. La secretaria me dijo por teléfono que debía hacer un Artigas en tapa, pero que el director quería que integrara a Charoná con nuestro héroe ya que también se conmemoraba el día de los abuelos. Hice un boceto y se lo llevé. Le gustó y me dijo que lo terminara rápido porque estábamos cerca de la fecha de entrega a la imprenta, así que le metí pincel y lo acabé. Como todavía no tenía computadora, le llevé el original pintado en cartulina canson. Me felicitó y dijo que había captado la idea: Charoná estaba recostado a una pierna de Artigas, que se hallaba sentado en un tronco. La vista era casi de arriba, por lo que el sombrero le tapaba algo del rostro, aunque el indiecito se veía completo, vestido con su taparrabos y las boleadoras a la cintura.
Me fui a continuar con la historieta y los otros pedidos. Al otro día me llamó la secretaria porque el director quería que le pintara otra tapa. Como no eran de hacer bromas, pregunté qué había pasado porque la tapa ya la había entregado el día anterior y debía estar en la imprenta a esa hora. Me dijo que no, que yo debía pintar otra tapa. La que había entregado no iba. Entonces pedí hablar con el director, quien me contestó que mejor fuera a la oficina así me explicaba.
Las oficinas estaban en la Plaza Libertad, en el edificio Pintos Risso y hacia allí me fui intrigado.
Ya solo con Bóffano me dijo que la tapa que le había dado el día anterior no la iba a publicar porque era inapropiada para una revista infantil, que los que la habían visto, le habían dicho que era “pornográfica”, porque Artigas tenía un niño entre sus piernas y que la gente podía pensar mal y eso no podía ocurrir, así que yo debía pintar otra tapa, aunque casi no tenía tiempo. Era para el día siguiente. Traté de explicarle que era alguna manija de alguno de esa oficina, pero el hombre se mantenía en su negativa, entonces, ya con la bronca a punto de estallar, le dije que no contara más conmigo. Desde ese día no le pintaría una tapa más y que me iba. Lo consideraba una falta de respeto a mi profesionalidad y en esas condiciones no estaba tranquilo, así que me fui…
Dos años después me volvieron a llamar porque el dibujante que me había sustituido no lograba hacer el personaje como yo lo hacía. Luego de pensarlo un tiempo “aflojé” y estuve hasta que la crisis del 2000, donde ahí sí me fui, pero casi despedido porque no podían pagarme.
El original pintado a mano lo hice mil pedazos, por eso el boceto que puse da una idea aproximada de la ilustración "censurada".     


sábado, 17 de julio de 2010

Miguel Rizzo, fotógrafo

Esta historieta fue publicada en Quimera Nº 7  y narra las peripecias de un fotógrafo de una revista de chismes y su novia, complicado con el delincuente de su futuro suegro. El guión fue escrito por mí.

jueves, 15 de julio de 2010

Lautaro Garrone (todo terreno)

Esta historieta se publicó en Quimera Nº 3 y es un tema que me faltaba hacer: el antihéroe expolicía, sin códigos para tratar con los delincuentes. Que tanto como da, como recibe. Un personaje dark de la city nocturna...El guión fue escrito por mi alter ego: De los Santos.

jueves, 8 de julio de 2010

Personajes publicados en El Escolar

Este personaje cree que -como todos cuando fuímos niños- tiene un amigo invisible que sólo él ve y con el que dialoga, de ahí lo de Willy y yo.No fuí nada original por cierto, pero la historieta gustó y la hice durante un par de años, a página entera a color y a media página en blanco y negro, según el espacio que me destinaban, algunas veces con la tinta de Rolando Salvatore.
Este es un simpático y vivillo capincho que vive en una laguna rodeado de amigos y "enemigos". Salió a página completa en colores y en tiras unitarias en blanco y negro. También me ayudó Rolando en la tinta algunas veces.Estas historietas y otras más con otros personajes, se publicaron entre 1992 y 1998.

jueves, 1 de julio de 2010

Una Quimera de historietas



Diseño de portada de Alejandro Colucci sobre un dibujo de Daniel González.
Este primer número fue con 48 páginas más tapas.

Un sueño convertido en quimera
Estábamos empezando el siglo 21 y las pocas “revistas” y fanzines de historietas uruguayas se iban esfumando lentamente en el letargo de este Montevideo que no dejaba volar a sus dibujantes por sus propias alas…Y apareció  Quimera a mover las estancadas aguas, dando un poco de oxígeno para seguir creyendo que podíamos tener una propia historieta, a pesar de los mil y un problemas que se presentan a la hora de hacer una revista.
Pero Quimera era dependiente del diario La República, lo que significaba una amplia difusión en capital y el resto del país, que de otra manera no se podía obtener y además y muy importante, se pagaron los trabajos de los que intervinimos en los siete números que duró.
Reportaje de Rodolfo Santullo realizado a varios dibujantes por su opinión de si se podía editar comics en Uruguay.




 Currícula de Quimera
Su mentor y esforzado editor, Enrique Ardito me contó que -“ El nombre Quimera era muy adecuado, tanto para una revista como para cualquier otro tipo de empresa (quimérica, claro) por eso mi previsión de agregarle: "el comic uruguayo" o "el comic nacional". 
Pero resultaba muy general y remanido para las primeros "socios" que convoqué en la etapa de planificación de
 la revista. El nombre definitivo provino de nuestra necesidad de ver una revista de comics como hubieramos querido que fuese una publicación profesional, o lo más
 profesional posible, dentro de lo que se puede aspirar en nuestro pequeño y
 mezquino en oportunidades paisito".
El otro "dreamer" y encargado del primer diseño y armado del proyecto, fue Gustavo Cortazzo que junto a Ardito les insumió casi tres frustrantes años reunir el material.Hay que agregar que Ardito seguía dibujando sus cuatro tiras diarias en La República...
Sigue contando Enrique: 
–“Daniel González fue el más demorón. No salíamos a buscar editor por esperarlo; es que valía la pena la
 historieta "Inspector Ordóñez" con guión de Carlos Pais, ya muy avanzada.
 Pero él, muy perfeccionista, necesitaba "documentación" para los
 últimos cuadros y eso lo trancaba.” 
Doy fé de ésto, porque un día que fui de visita a casa de Daniel y me mostró la historieta, todavía no tenía resuelto el cuadro donde aparece el hospital italiano y me dijo que debía ir a fotografiarlo y le faltaba tiempo. Daniel hacía otros trabajos para agencias que le quitaban tiempo para la historieta.
 La solución la cuenta Ardito:- “La cosa se resolvió de manera inusitada: en un "Montevideo Comics", la novia de Dani, al oirme expresar mi admiración en público por Daniel desde
 una mesa de invitado, luego de la charla, me dijo:-"Dejámelo por mi
 cuenta que yo hago que te la termine" y así fue, Daniel liquidó el laburo
 como por arte de magia y nos lo entregó".
A mí Enrique me invitó por teléfono si quería unirme a  la aventura, ya que tenía un guión y creía que yo se lo podía hacer ya que eran solo tres páginas. Yo venía del “duelo” de cerrar Balazo y mis otras revistas y no andaba con muchas ganas de meterme en otro lío, pero quedó claro que solo iría como dibujante. Así que hice la historieta que salió en el primer número, pero después Enrique me pidió que asistiera a las reuniones donde se hablaría de cada número.
Debo confesar que yo prefiero estar horas en mi tablero porque estoy en mi lugar donde me siento a mis anchas, nunca en reuniones donde los discursos bizantinos me hacen perder la poca paciencia que me queda. Por mi amistad con Enrique y para no desairarlo, fui asistiendo a todas y más me convencía que mi lugar era el tablero de dibujo.
Pero viendo la historia desde la perspectiva que da el tiempo, creo que se hizo algo muy bueno y que tuvimos mucha suerte en estar todos juntos en Quimera. 

El collage de portada y el color es de Inés Pera


Este número nos dejó boquiabiertos por sus 112 páginas más tapas. Se publicó la historia de la tira de "Viviana y Yamandú" que cumplía 12 años escritas y dibujadas por Ardito, con una aventura completa y reseñas de otras.
En los editoriales se puede hacer un seguimiento de como iba marchando la revista.


La portada se hizo sobre un dibujo de Leandro Moura, coloreada por Virginia Beloqui. La revista tenía 40 páginas más tapas.

Esta revista tenía 48 páginas más tapas. Y la portada fue dibujada por Leandro Moura, con el color u el diseño de Inés Pera.

La portada está pintada por mi (ilustración que se adecuaba a la historieta sobre piratas escrita por Santullo que dibujé)La revista bajó a 32 páginas más tapas, por ser semanal.


La portada la ilustré yo.Se mantuvieron las 32 páginas interiores.


Esta última tapa fue hecha por Calero.