XANADU 19

lunes, 9 de julio de 2012

Memorias desde mi tablero


"Estado de Humor"
Marzo de 1979

En el diario El Día
Intentar algo distinto en aquél diario tan “estructurado”, era perder el tiempo y recibir un ¡no! como respuesta, así que luego de haber estado publicando mi cartoon de Humornautas en la página de historietas unos años antes, ya había logrado satisfacer parte de mis deseos, pero; a pesar de que todas las semanas publicaba mis dibujos en “El Día de los Niños”, quería algo más.
No recuerdo cómo se me ocurrió hacer un par de bocetos con chistes y tiras humorísticas en el verano de 1979. Armé un proyecto de una página tamaño diario (era del tipo “sábana”), llena de cartoons, chistes escritos y tiras, donde invitaría a mis colegas a integrarla, siempre y cuando lograra sacar algo de dinero.
Solicité la correspondiente cita al gerente (era el contador Franzini),cuya secretaria, luego de decirme que era casi imposible que me recibiera por la cantidad de obligaciones que tenía para hacer, me pidió que le dejara el proyecto, que ya me avisaría. Así que me largué escaleras abajo con el ánimo por el piso previendo un negativo resultado. Proponer una página de humor en un diario que no se caracterizaba por tenerlo precisamente…¿En qué estaría pensando cuando se me ocurrió tal despropósito?


(En 1970 ,71/72 publiqué mi cartoon "Humornautas" en la página de historietas de El Día)

Un par de días después, en la noche que estaba trabajando en la redacción me avisan que tengo una llamada telefónica. Atiendo y era…la señorita secretaria del gerente que me daba la cita para las 3 de la tarde del día siguiente.
La misma señorita me abrió la enorme puerta del despacho del gerente que estaba sentado detrás de un amplio escritorio, pero lucía muy prolijo e iluminado por la luz diurna. Dicho despacho estaba en el segundo piso, con altos ventanales a la Avenida 18 de julio, y grandes cortinados, aunque todo tenía una pátina de antiguo. Y ceremonioso.
Me senté frente al contador, luego que éste me diera la mano mostrando una sonrisa casi natural, lo que me infundió tranquilidad, bajando la velocidad de mi pulso.
-Explíqueme qué es esto, señor Gezzio- me dijo abriendo la carpeta que le había dejado con mi proyecto.
Argumenté que un diario con la llegada a toda la familia debería tener humor dibujado y además con chistes cortos par ser leídos rápidamente, de lo que el diario carecía. 
Mi idea era una página semanal y sería echa exclusivamente para el matutino por mí y otros de los dibujantes del Día de los Niños. No les saldría muy caro, podría cobrarlo como tiempo extra…Y varias cosas más que ya no recuerdo.
El hombre tenía mi proyecto en sus manos y lo miraba sin mirarme.
Y me largó el proyectil directo:
-“ Nosotros ya tenemos una página de historietas donde  ya publicó, los domingos está el "Tarzán" en el suplemento sepia, Ud. ya dibuja historietas en el “de los niños”, además de chistes políticos y la ilustración del pié de tapa del diario y algunas caricaturas. ¿No le parece bastante?”

Le respondí que no era mucho lo que hacía porque era solo una vez por semana, el resto lo hacía mi colega Rivera y que esta página sería algo muy novedoso para el diario y que si había que cambiar algo, que me lo dijera.
Y me lo dijo: 
-En primer lugar, tenga cuidado con los chistes, que sean para toda la familia y los dibujos también, en segundo lugar, no le puedo dar una página, las necesito para la publicidad. Esto es gasto y no estamos para gastar. Y en último lugar, como Ud. ya tiene un suelo por los dibujos que haga en esta empresa, no le puedo pagar más, así que si lo hace será sin costo para el diario. Piénselo y se lo comunica a mi secretaria…
Se levantó estendiéndome la mano para despedirme, lo que me hizo cometer una de las tantas estupideces que hice casi siempre con estos mefistofélicos y rápidos personajes (Por eso son gerentes y yo dibujante).

Muestra de algunos cartoons de "Humornautas" de 1971.

En mi mente no quería perder la oportunidad de dibujar aunque más no fuera una media página de humor así que le largué mi agradecimiento, diciéndole que aceptaba que me diera el espacio y que no le cobraría dicho trabajo, pero si se conseguía publicidad que me diera algo a futuro.
Volvió a sentarse, tomó de nuevo li proyecto y me preguntó: 
-¿Y cómo le ponemos?
-Estado de humor…
-Mmm, estado de humor…puede ser. Lo tengo que consultar. Está bien, saldrá los sábados que está bastante flojo y veremos qué pasa…Le comunico al jefe de redacción. Buenas tardes.
-Pero, yo traigo los textos escritos a máquina y los dibujos…-creo que le dije.
-Entregue todo los viernes de noche en la sección armado. Ahora tenemos una nueva máquina titulera y hay que aprovecharla.( El diario empezaba a incorporar cambios tecnológicos)
Salí contento aun sabiendo que había hecho un pésimo negocio, por el contrario, no tendría ningún beneficio salvo el de hacer algo que quería. Después vendría lo de explicarle a mi señora que eso era parte de mi carrera, que cuanto más publicara sería beneficioso para mi currículum (¿...?) ya que por esos años todavía estaba formándome en este triste, gris y ajeno Montevideo…
Luego que se publicó la primera media página, fueron varios los que se sorprendieron que había logrado meter humor en ese diario. 
Una de las varias páginas que hice de "Estado de Humor". Adelantándome a los comentarios, reconozco que los chistes son sosos por las razones ya expuestas.

Algunos me felicitaron, otros me dijeron: ¿Con Franzini hiciste el negocio? Poco te va a durar, te lo digo como amigo…
En la semana me daba una vuelta por la feria de Tristán Narvaja donde conseguía revistas de humor, luego elegía los chistes, le daba una vuelta para que “colaran” en este medio y agregaba los de mi cosecha propia. Luego hacía los dibujos y los viernes llevaba todo con un boceto previo de cómo quería que aparecieran las cosas en el armado final.
Me quedaba hasta que salía la primer copia para corregirla y así hasta que una noche, estando en mi pequeño escritorio de redacción, me dicen que tengo una llamada telefónica. Era la señorita secretaria del gerente que me comunicaba que no mandara más la página desde la próxima semana.
No sentí nada. Lo que quería lo había conseguido y ya estaba hecho. Casi que había pagado por publicar. Demás está decir que el señor Franzini no me atendió ni me dio ninguna explicación de por qué- aunque no le costaba nada al diario,- levantó la página. 
Así se actuaba en un diario tan vertical como ese.