Siempre tuve especial debilidad por los caballos, nobles animales que han acompañado al hombre desde el fondo de la historia, sacrificándolos en mil batallas, hasta que ayudó en la construcción de villas, pueblos y ciudades, luego dejados de lado por el avance del progreso, y en estos días, como centro de fiestas ecuestres, aunque mejor alimentados y cuidados que en tiempos pasados.
La dificultad que plantea dibujarlos, radica en la cantidad de huesos y músculos que tiene y que hay que conocerlos y estudiarlos muy bien, para no cometer deformaciones que afeen su prestancia.
Mi estudio de este animal, lo empecé directamente del natural, ya que en mi casa teníamos tres de diferentes pelajes. Además de uno propio, que lo montaba para ir a la escuela, ya que en mi infancia, vivía lejos de la ciudad, y ese era nuestro medio de locomoción, ya adosado a un "charret" o a una "jardinera", vehículos de campaña que aun hoy se usan en nuestro interior profundo.
Luego que estudié en la academia, aprendí el dibujo de memoria, utilizando elementos geométricos para, rápidamente, plasmar un boceto que luego finalizaría en tinta a pincel o pluma.
Cuando el movimiento era muy complejo, utilicé como guía las fotos, planteando a lápiz el boceto preliminar, y luego, sin mirar la foto, terminar con el pincel, así le ponía mi estilo al dibujo, porque si se sigue la foto, se corre el riesgo de endurecer demasiado el dibujo y perder la frescura de la línea.