LA HISTORIETA EN EL URUGUAY 2
AUTORES
Por Gabriel Mainero
La INTRODUCCIÓN del libro es pertinente ponerla aquí ya que aclara muchas cosas donde el autor se hace cargo y expone con franqueza errores gramaticales, ausencias de autores y alguna anomalía en el diseño, dejando en claro para los que solo ven la paja en el ojo ajeno, pero que no han recordado a la grey de dibujantes que existen casi invisibles doblados sobre sus tableros buscando realizar un sueño que cada día cuesta más .Gabriel Mainero no es un escritor, él mismo lo reconoce, pero sí es una generosa persona que ha invertido tiempo, rabietas y dinero para que los dibujantes uruguayos seamos recordados en el futuro.
INTRODUCCIÓN DEL LIBRO
Apreciados lectores:
En este segundo volumen sobre la Historieta en el Uruguay, en
lo que atañe a quien suscribe, necesita
el pretexto de un diálogo previo con ustedes. En primer lugar, para
presentarme, y otros asuntos que me importan.
Soy un escribidor pasional, una suerte de lobo solitario
(una simple figura retórica, ya que, como tal, es más una alusión ficcionada
que verismo social entre esos mamíferos). En consecuencia, en esa solicitada
atención hacia mi persona, en oportunidad de la lectura del texto que tienen en
sus manos, el lector me va a encontrar en muchas situaciones como
coprotagonista, no solo redactor.
Como el que avisa no traiciona, este libro es muy personal.
Quienes hayan adquirido este segundo volumen, van a
encontrar mi pensamiento. Es la respuesta de mi “yo” comprometido con esta historia
muy particular que elegí investigar y cuyo derrotero estuvo jalonado de
satisfacciones y sinsabores, nada distinto con lo que cada uno de Uds. conoce
de sí mismos. La Historieta en el Uruguay
es algo más que dibujitos bien logrados, algo de aventuras, una pizca de
humor, en blanco y negro, en color, en diarios, revistas, fanzines, con
formatos diversos, antojadizos, criteriosos.
Por amor a la historieta, por décadas de lecturas, por coleccionismo, me
encontré investigando (la primera vez para ayudar a un periodista, Luis Conde,
de la RTV española, a su vez amante y estudioso de los tebeos)
aportándole lo que modestamente Uruguay ofrecía dentro de un mayor y amplio
contexto mundial, para una exposición
itinerante que estaba organizando.
Eso fue en 1986.
Pero ya, en 1970, a partir de un grupo de coleccionistas
que nos reuníamos en casa, y teniendo
una relación con España colaborando literariamente, comencé a traer para mí la nueva historieta
francobelga (traducida y/o en francés) y, a partir de ello, cumpliendo
peticiones, también para esos amigos.
Así, nació el concepto de Rincón del Coleccionista, lo que generó el desarrollo
de otra iniciativa:
Crear una librería especializada.
Fue lo que me posibilitó conocer, tratar y apreciar a una
gran cantidad de dibujantes nacionales.
Con algunos establecí amistades estrechas, sólidas. Compartí sus sueños, viví sus angustias,
y estimulé y amparé sus trabajos
ofreciéndoles espacios físicos para exponerlos.
Al dibujante Ardito le encargué un letrero: Comic
Nacional. Aún encabeza en forma
decorativa el sitio privilegiado que creé para todos ellos.
Por algún tiempo, mientras crecían e independizaban, el
Rincón del Coleccionista fue – una vez instalados en el Centro de la ciudad-,
en algún grado y para algunos, extensión de sus casas; para otros, una
suerte de hogar sucedáneo. El compromiso
de El Rincón con cuanto evento, concursos
surgían, no era una simple exposición de género para comercializar, sino
campo vital en el que se manifestaba ese
entusiasmo generacional.
Igualmente fue lugar de tertulias, alguna que otra conferencia (la
palabra me abochorna por su pretensión) con profesores y alumnos liceales.
Algunos trabajos académicos encontraron acogida y sostén en
su universo múltiple.
Todo ello luego pasó. En mi filosofía de vida, siempre tuve
claro que nada era para siempre.
La vida golpea donde más duele. Pero en memoria de quienes
se apearon en el camino, nos sobrepusimos a sus ausencias, a los ramalazos de
los dolores y las crisis que llegaron,
como si aguardaran en fila su
turno para someternos a pruebas.
Persistió mi amor hacia lo que llenaba mis
horas, mi vida. Así lo señalé en una entrevista a un matutino. Investigar,
saber quiénes eran toda aquella legión de soñadores, saber por qué hacían lo
que hacían y, en eso, continúo aún, y ahora
escribiendo sobre ellos.
Valga, apreciados lectores, este apartado como mi
presentación.
Terminada mi colaboración con el primer volumen “Un viaje
por el Tiempo 1896-1955”, comencé a visualizar mi siguiente proyecto. Conocía a
muchos actores. A los que no, me presenté.
Procuré involucrarlos. Necesitaba
acceder a sus historias más profundas.
Me encontré con seres de carne y huesos que habían crecido, madurado. Con triunfos y
con fracasos. Unos con grandes bagajes; otros, apenas una mochila.
La mayoría, continuaban apasionados con lo suyo.
Un arte que se cultiva en soledad, frente a una hoja en blanco, con
ideas propias, o aportadas por otros. No hay dos que se parezcan. Y no me
refiero a estilos o grafismos. Sino a aquello que los distingue, a la fuerza
que los impulsa, a los demonios que ellos mismos convocan. Y también a
descubrir la luz que emiten, porque en
esencia son ángeles en estado de gracia.
Crear es propio de aquello que los diferencia del resto de
los mortales. Y ello rige para todos los
que, a partir de un pensamiento, dan forma a múltiples universos y los ponen al
alcance del resto de los humanos para su solaz,
el aplauso, el rechazo o la
indiferencia.
Aquella mayoría -reconocidos como artistas profesionales
hoy-, aceptaron acompañarme en este nuevo emprendimiento. Otro resto, a la distancia, lejos de las
fronteras, aceptaron la invitación de este
cuasi desconocido a participar
de un trabajo del que no hay
antecedentes en nuestro país.
Un desafío del cual pretendo salir lo más airoso posible.
Fue difícil - y
parte del intento -, lograr un
equilibrio en la mirada y, si alguno de los aquí presentes detecta lo contrario,
sabrá disculparme. Lo único que puedo garantizar, es el apego a
mi sentido de la honestidad. La mayoría
me ayudó mucho; otros, es cierto, menos
y, los menos, nada.
Estos últimos son los que desatendieron mi
convocatoria. No arriesgo razones por aquello de “razones tiene la Santa Madre
Iglesia.” O sea… silencios incomprensibles, actitudes que no comprendemos. De la sumatoria, el resultado son estas
crónicas que tienen en sus manos.
DEL TEXTO.
En poco se reconocerá
el modus operandi utilizado en el
primer volumen. Una cosa consistió – en
la medida de nuestras posibilidades y esfuerzos- ordenar todo lo que pudimos
investigar sobre actores ya desaparecidos entre 1890-1931. Mi compañero, que no
se contentó con el arco temporal pactado, comenzó donde creyó necesario y llegó
hasta 1955, fecha de fallecimiento del estimado
Emilio Cortinas.
Este trabajo comienza con una ventaja ya que se alternan
muchos artistas felizmente aún entre nosotros, con quienes pudimos conversar, o
invitar a participar en algo así como “cuéntanos tu vida”. El interés del
suscripto es mostrar quién está detrás de un dibujo, cuál es -o fue -su
itinerario vivencial, qué originó el primer trazo de su lápiz, por qué se embarcó en el área del lenguaje gráfico secuencial que no es pródigo en lo económico – al menos en nuestro
país-.Cada uno de los artistas aquí presentes
tienen algo de Sísifo. Su camino
ha estado (o está) erizado de dificultades, de bajo reconocimiento. Los
aplausos, cuando los hay, son medidos, casi mezquinos.
Su exposición es tan efímera como el trazo dejado por una
estrella fugaz.
Unos muy pocos escapan a esta definición y relevamiento.
EL
ARTISTA COMO OBJETIVO
Con respecto al modelo diseñado, este libro procuró hacer
hablar a sus actores, a que nos cuenten
historias. La tarjeta que identifica al
artista es su biografía, recreada a
partir de sus relatos u, ofreciéndole las páginas en blanco, el
beneficio de desplegar su memoria y
anecdotario sin restricciones, salvo -
condición sine qua non - cuando pudieran suscitar polémicas o situaciones
enojosas con terceros.
En un caso muy concreto - Eduardo Barreto, amigo íntimo-, mi
involucramiento fue inevitable. Tuve la necesidad de recrear escenarios y
recuerdos, pues se nos fue sin dejarnos la entrevista que hubiésemos ambicionado hacerle.
En el resto, he puesto mi mejor
voluntad en respetar al pie de la letra
los relatos que me brindaron
(salvo – como advertí -,
que violentaran la imparcialidad de este libro), agregándoles el marco que se merecen con la
menor intervención posible. De ese enfoque, creo que encontré la fórmula de
registrar en la diversidad, aquello que hace del estilo, el hombre. Cada uno de
ellos, sus vidas y circunstancias (Ortega y Gasset).
En este incompleto catálogo espero que el
lector llegue a estos artistas con la
particularidad y brillo frutos de sus desvelos, esfuerzos, como incuestionables méritos.
Por ello, están aquí. Éste es un texto para aplaudirles, y
que la posteridad los recuerde y tenga
en cuenta. Mi agradecimiento, en consecuencia,
a tantos interlocutores, y el
convencimiento que esta labor no para en los reducidos límites del adjetivado pomposamente Volumen II.
Aún restan creadores con los cuales intenté
infructuosamente reiterados contactos, convencerles de colaborar con esta obra.
Respeto su imposibilidad temporal para participar en la misma. Ausentes están también muchos dibujantes que
privilegiaron el dibujo humorístico y terminaron dando un vuelco a sus
destinos, abandonaron su pulsión por el cartoon o en aras de la plástica u
otras disciplinas. Les he seguido como
sabueso en tanto transitan por la amplia geografía planetaria,sin dar con sus
paraderos ni acceder quizá a un pasado
historietístico.
Debo señalar, para que no quepan dudas, que este trabajo
está orientado exclusivamente a la historieta y sus cultores. En el caso que el
artista incursionara en la misma y además el humor, aunque prevaleciera esto
último, he hecho el máximo esfuerzo para
convencerle de estar igualmente en este volumen.
Otra cosa que percibirán, en la lectura, es mi obsesión por
el dato fidedigno.
Lo que sigue es fruto de incontables
entrevistas, a veces reiteradas hasta el cansancio a una misma persona por
necesidad de esclarecer las dudas que
despiertan sus relatos. El afán
por lo veraz proviene de constatar en experiencias pasadas contradicciones en
los recuerdos al comprobar que el propio
autor incurre en trampas de la
memoria. Ello obliga a confrontar documentos, publicaciones, una agotadora forma
de via crucis en pos del dato cierto.A pesar de este esfuerzo desgastante, me
constan anteriores errores
cometidos, propios como ajenos y, por
ello la obsesión comentada. Pongo un ejemplo en este tema tan urticante de
hasta dónde debemos extremar el celo: en el correr del 2015 uno de nuestros
artistas mayores recibió una honorífica distinción por parte de una
organización extranjera de gran peso institucional: el currículo impreso en
lujoso catálogo, está errado. Estas cosas no deben pasar. Quienes hacen gala de
conocimiento, aún con la mejor de las intenciones, deberían brindarse a sí
mismos un mínimo beneficio de la duda.
Sé que es chocar contra sus egos, pero pueden consultar previamente a los
propios candidatos a ser homenajeados, y no arriesgar un antecedente penoso.
Otro ejemplo: recientemente me vi obligado a presentar una protesta ante una publicación internacional de mucho renombre en la web
especializada, quejándome de una
información de pluma ajena y extranjera, titulada La Historieta en el Uruguay,
que se armó con parte de mi texto aparecido en el primer volumen de igual título y un libro que redacté sobre
Emilio Cortinas años ha.
Las excusas del caso no alcanzan para rebatir en la
conciencia de los lectores el adefesio pergeñado. Subyace también el peligro
que induzca – en los que mañana busquen información para posibles proyectos
propios -, el perpetuar en cadena los errores y horrores de tal
naturaleza que denunciamos.
A tres años de
haberse editado el Volumen I, ante la natural ansiedad de quienes nos han transmitido su confianza
en la espera del siguiente, ofrecemos
públicas excusas porque tampoco en el mismo hay un punto final.
Es claro por lo que hemos destacado. Iniciamos un viaje con optimismo. El tema es que el horizonte siempre se nos escurre.
Cuando
creemos llegar, aquél queda más lejos.
El símil que se me ocurre, es un gran colador. Un instrumento lleno de
perforaciones. Solamente el estudio de todas las publicaciones periódicas
(revistas) aparecidas en el periodo 1955-2005, con gran cantidad de dibujantes
humorísticos (Cibils, Abín,
Osuna, Ferreira, Da Rosa,
Tata y Alvaro Alcuri, Casalás, Hornes,
y muchos, muchos etcéteras) me
impone un punto y aparte.
El aparte, será lo posterior a la
concreción de este tomo.
Soy plenamente consciente que seré injusto con alguien.
Ello hará
necesario un tercer libro para
los omisos, los remisos y los demás.
De hecho, agrego un comentario post cierre del volumen: he
quedado sorprendido de las decenas y decenas de dibujantes que he ido
encontrando en el camino. Es posible que
como estrellas fugaces, sólo ocuparon un espacio temporal reducido en
ese universo de crear muñequitos y moverlos. Luego se dedicaron a otra cosa, y
el tiempo da vuelta las páginas en su aventura. De hecho, la irrupción de gobiernos con vocación de apoyo a
las artes, establece la aparición
de nuevas generaciones que encontraron un ambiente fértil para
darse a conocer y consolidar sus estrategias vocacionales. Si la edad y salud nos lo permiten allí nos
encontrará esta aventura, compartida en su momento con el paciente amigo José
Costa, cuando emprendimos este camino
amparándonos en el sentido del título de la conocida obra de Guillermo Hudson “ Allá lejos y hace
tiempo”, cuando hace tiempo y allá
lejos visualizamos la necesidad de
contar esta historia sobre nuestros
historietistas.
Obra ambiciosa, y
con límites: los que nos imponen los propios.
GRAMATICA.
También quiero prevenir al lector, sobre
todo a aquel que pueda estar
sensiblemente atento a la conjugación de los verbos. Sí. Uso a conciencia la
primera persona del singular para ciertas cuestiones, y la primera del plural,
para otras. En esta segunda opción, lo que pretendo - como explicación -, es diluír el excesivo
protagonismo de mi yo. Algo que me
incomoda frecuentemente. Salvado este detalle, prosigo con el resto de los
temas.
NOTICIA:
Ya escrita esta introducción, ha sucedido un hecho, y no menor. Las circunstancias me imponen una
corrección. ¿Por qué hacerla pública?
Los lectores se harían la pregunta al
observar una ausencia, y me interesa que haya una respuesta.
En esta oportunidad, el autor de este texto terminará
haciendo su camino en solitario. Sí. No habrá un segundo libro, como sucedió
con el primer volumen, que era la suma de dos autores, independientes. Caminar por la misma calle, aunque por
diferentes veredas.
Mi compañero de ruta
anterior termina de comunicarme que ha elegido dar un paso al costado.
Aquejado por problemas de salud y otras razones esgrimidas es la
argumentación para este impedimento, aunque
vislumbro un reclamo de
protagonismo en un proyecto más personal, el suyo. Lamento sinceramente que sea
así. El sentimiento final que me queda
es de un vacío como quien no se acostumbra a que le hayan cortado un brazo o una pierna. Confieso que estaba acostumbrado a pelear con
él -expresado con todo cariño -, y ahora
no tengo con quién.
Un lado malo mío: no acostumbro a regresar a la página
anterior.
Fuese lo que fuere, sé que continuará deslumbrándonos con su conocimiento preciso,
enciclopédico, y un sentimiento común con el de este autor, que es el amor por
el 9° Arte.
LA
DEFENSA DE UN TEXTO ANTERIOR.
Abuso de su paciencia, apreciado lector; esta introducción
lleva varias páginas, pero
me importa en este largo diálogo
ejercer ahora un derecho de defensa; el propio.
Cuando esté terminado este libro, procuraré distribuír
ejemplares en la mayor cantidad posible
de medios que se interesan en
publicaciones de esta naturaleza. De todos espero una crítica constructiva y leal.
Pero permítanme algunas observaciones
sobre mi participación en el primer volumen, y destacar algunos infortunios no frutos de mi labor y
esfuerzo. La suma de dos factores de
diferentes naturalezas, logró modificar la aparición
de un trabajo de varios años.
Durante todo el tiempo que me demandó dicho emprendimiento, sufrí
el vandalismo varias veces (hasta cuatro, denunciados en la 3° Sección
Policial, con ingresos mediante escalamiento y roturas de vidrios en mi local) en los que los amigos de lo ajeno se llevaron –
entre otras cosas denunciadas- dos microondas, una impresora, un scanner, una torre, cajas con valioso material (Mundo
Uruguayo, desde el N° 1,muchos tomos, encuadernados, en los que yo comencé la
investigación).
Por esto último, pedí auxilio a la institución que pertenecía; al negarse a
pasar al resto de los socios una solicitud de alerta por si alguien ofrecía
vender lo robado, debí tomar la decisión de desafiliarme. Muchas cosas más me
robaron (la última vez,la policía cerró el paso a los peatones, pues los
vidrios continuaban cayendo a la vereda
y, por primera vez, aprecié a la policía técnica tomando huellas, ya que
había manchas de sangre, y un regalo –
no publicable – en el pretil, que de tan
ancho que es, se puede bailar arriba), etc. etc.
Como consecuencia de ello, varios amigos (de los buenos) me
obsequiaron una vieja computadora, una HP Vectra (aquellas planas), con programas ídem, valiéndome del Word para salir del paso. Me llevó lo mío lograr una estética afín a mi
sentido del orden y la belleza, adjuntar los gráficos, etc., y… cierto (como
razonó una amiga, crítica ella), no
acudí a un editor que no podía pagar, pero conté con el apoyo inestimable de
alguien que hizo las veces de tal, el amigo Cortazzo.
La otra dificultad, ya registrado el libro a los efectos de
los derechos de autor, es que ambos
escribas nos encontramos que la “investigación” ya no estaba contemplada en los Fondos
Concursables. Algo había pasado y el hecho consumado era ése: no había posibilidad de obtener
fondos para editar. Tiempo después, la verdad salió a luz.
Todo comenzó (al menos para mí) con el discurso de un
Director en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias Económicas que, so
pretexto “que los libros de poemas sólo
los leen sus autores y familiares”, y “con el disgusto de mis amigos editores” como reconoció,
decidió eliminar el rubro Letras, donde figuraba, entre otros ítems, la
Investigación.
Este reconocimiento sucedió al término del primer periodo de Fondos Concursables, y luego de
dos días dedicados a la evaluación,
muchos referentes convocados para ello –me incluyo-, recuerdo que peleé denodadamente porque se reviera tan antojadiza decisión. En las actas o
resúmenes levantados, debería figurar mi persistente, razonable y apasionada
demanda.
Y sí, lectores, les comento que mi intervención fue escuchada
y tenida en cuenta. Con el tiempo me
informé que el tema se había considerado y revertido. El rubro Letras volvió
a ser incluído…..sin Investigación.
En otra oportunidad, en el lanzamiento de un nuevo periodo
de Fondos Concursables efectuado en la Torre de Antel, ambos autores,
gentilmente invitados por el MEC, escuchamos un encendido discurso por la misma
autoridad, en el que con acento enfático
y apasionado cerró su oratoria, ensalzando nada menos que… la Investigación.
Incrédulos ante lo escuchado,
nos miramos con mi amigo. Recuerdo haberme dirigido a una alta
funcionaria presente a la que conocía y preguntado:
¿entró investigación… o fue un lapsus?
Se me contestó: “Fue un lapsus”.
Touché. Allí terminó
mi duelo con florete metafórico, contra el absurdo, el Estado, sus
contradicciones y sus representantes.
Agur.
Los dos autores rompimos las “chanchitas”y la Fundación
Lolita Rubial sufragó un par de cientos más de ejemplares para su uso
particular.
Tras asumir una representación hidalga
arrastrando nuestra audacia y aventurándonos en otra polvorienta planicie
manchega, emulando a los personajes cervantinos, finalmente vimos el libro publicado. Lamentablemente nuestro anhelo de ver en cada
biblioteca pública nuestra obra no pasó de ser un sueño ingenuo. Nos quedamos
con la ilusión, impropia en dos adultos mayores.
Pero ¡ay! nuestras vicisitudes no terminaron allí. O, al
menos, las mías.
Un técnico,
profesional y docente, de mirada muy afinada, notó diferencia entre la
tipografía Arial de mi compañero de
ruta, y mi Times New Roman. Esta última, es la que acostumbro usar cuando envío
a convocatorias en sitios españoles el tipo de obras que me gusta escribir.
Es la tipografía que
solicitan. Por algo será. Como considero que es elegante, la adopté, la hice mía.
No tiene la culpa mi compañero de ruta, ni quien eligió
Arial cuando le digitalizó su trabajo. Ambos textos, es decir los dos libros,
fueron unificados por el amigo común Gustavo Cortazzo, quien trabajó en ello.
La fusión fue correcta. Nada quedó librado a su suerte.
Ambos libros conservaban su estética. Sin embargo, la voz insistente – persiguiendo la perfección -, me aseguró que mi libro
quedaría igual, si cambiaba el formato
de letra. Debí haberme negado. Eran dos libros juntos, pero no iguales.
Pero tanto insistió e insistió, que concedí. El profesional se encargó
de resolver la diferencia.
Se hizo la modificación,
y por el apremio de imprimirlo
porque se aproximaba el fin del año, teníamos
fecha y otorgada sala solicitada en la Biblioteca Nacional, se llevó el libro
(pendrive) a la imprenta dándolo por bueno, sin ver en detalle cómo había
quedado.
Cuando se nos
entregó la cantidad pactada con la imprenta, caí en la cuenta del desastre
que sufrió mi texto. Muchos
encabezamientos habían quedado corridos
de lugar. Lo que tenía que comenzar como
cabecera en el lugar seleccionado, estaba más abajo del espacio asignado.
Algunos signos de
corte de palabra - guiones - y su continuidad en el renglón siguiente, aparecieron a mitad del posterior.
Todo mi esfuerzo había descansado en un simple Word.
El sistema operativo era un Windows añoso. El texto estaba
condenado. De haberlo convertido en un
pdf, no hubiera admitido modificación alguna.
Nadie- ni yo- había previsto la
vulnerabilidad a que me condenaba la
ingeniería de ese programa de texto que jugó en contra, y mis acotados
conocimientos informáticos.
La consecuencia
significó esa desprolijidad que,
obviamente, para quien observara el desbarajuste, validaría infinitos calificativos achacables al autor.
¿Cómo
había sido posible ello? Más tarde,
cuando todo estaba consumado, hice una
prueba. Confrontar varias carillas con
Times New Roman y el mismo texto con Arial.
El resultado era que, al término de múltiples páginas,
se contabilizaban más renglones con uno que con el otro, y frases que
no terminaban aparecían
incorrectamente en los renglones
siguientes.
He apreciado este mismo problema en un semanario que
aparece los viernes: un título cortado y continuado abajo. Debe ser algo más común y no tan particular. Pienso que allí radicaba
mi “mal diseño de libro”, amarga y laboriosamente trabajado por cierto con mi tozudez de hacerlo solo, sin
ayuda y con un concepto adquirido en años de estudios, de pretendida belleza
estética que afanosamente busqué y, en principio, creí lograr.
Mis disculpas a quienes leyeron ese primer libro, y se
llevaron tan mala impresión.
Necesitaba decir esto y sacarme el empacho. Gracias.
Mi copia original está a disposición en el lugar de siempre
para quienes quieran constatar lo que refiero.Y también los tres ejemplares
cuando inscribimos el producto en la Biblioteca Nacional por los derechos. Los cuatro siguientes, que supongo
entregó la imprenta a la misma,
fueron con su “desencanto particular”.
A veces, puede
suceder que la intervención de la
“profesionalidad” haga que la
enmienda resulte peor que el soneto,
como en este caso.
Enseñanza incorporada: nunca confíes en buenas intenciones.
Ni siquiera la de los amigos.
PENULTIMO
APARTADO
Hay una pléyade de dibujantes que, en algún momento,
hicieron historietas en la prensa y/o en
revistas. Me es materialmente imposible identificarlos a todos ellos.
Un “debe” muy grande tengo con aquellos que están radicados en el Interior.
La ayuda de dibujantes entrevistados, me
permitió a último momento informarme de media docena de ellos y, aunque
no logré reunir los datos suficientes para que los nombres de otros tantos enriquecieran este texto, haré lo posible para que sean tenidos en
cuenta en algún trabajo futuro.
Valga la advertencia: los pocos reunidos figurarán en algunas páginas específicas en éste,
con la escueta información que
pude lograr.
Y FINAL
En el área “ Fondos Concursables” – al no tener compromiso
con nadie- quiero recordar a quien, creo, diera el puntapié inicial; el gestor
de todo este apoyo, en el caso que me ocupa,
a los nuevos dibujantes, y aún
mirando más atrás, también actor en el INJU en varios periodos: Manuel Esmoris. Recuerdo
que vino personalmente a participarme para ser jurado en el primer año de
lanzamiento de los Fondos Concursables.
Y en el segundo. Pero luego de esos periodos ya no volvió a aparecer. Lo
sé padre (o padrino) de esta criatura,
que hoy se acepta como política normal,
ya impuesta durante los más de dos
quinquenios pasados. Pero él procede de mucho más lejos: desde que
apareció el INJU en escena.
Con la permanencia de él al frente de Relatos Gráficos,
creo que el resultado pudo haber sido sabiamente enriquecido.
Su amor, devoción, por el 9° Arte, posibilitó mucho lo que
hoy es una realidad, y que se asume con absoluta
normalidad, como si hubiese sido así siempre. Es inevitable la ingratitud.
Los que tenemos años, sabemos de qué escribimos.
La piel se curte por los sinsabores, no por
los halagos y no siempre sinceros.
Manuel era, es, un hombre de personalidad fuerte.
El ostracismo parece ser una constante
condena nacional.
Desde estas páginas, extiendo mi saludo a ese gran gigante.
No debe haber sido el único al que se le agradecieran los servicios prestados (expresado con ironía).
Quizá algún día alguien – entre los que
están o estén llamados a sobresalir en
escenarios con cargos políticos o técnicos - se haga eco de aquella frase tan
brillante de Kennedy cuando le preguntaron qué entendía por “persona
inteligente”. Recordemos su respuesta; “una persona inteligente es aquella que se
rodea de gente más inteligente que él”.
Es una pena, y mi opinión
vivencial, que casi siempre cae en saco
roto. El costo por repetirla, cae por
nuestra cuenta.
Mi gratitud a todos los lectores que me han acompañado en
esta necesidad de expresar y compartir mi discurso.
g.m.
…y al principio fue la imagen.
Antes de ella la historia del hombre es conjetura, especulación; luego, es
certeza. *
*Reflexión
creada por el firmante para el Museo Julio E.Suárez Peloduro.