XANADU 19

miércoles, 9 de junio de 2010

Memorias desde mi tablero

Las vivencias acumuladas como dibujante profesional en este querido Montevideo no me llenan de orgullo si pienso en las malas ondas que he debido aguantar, pero debo ser honesto y asimilar las muchas buenas que me han mantenido sin declinar y por las que todavía sigo, por eso y para que los “futuros dibujantes” no crean que todo fue fácil para alguien como el que escribe van algunas, antes “que se me olviden”…

Un dibujante de rancio abolengo
Un día me llamó José Lupinacci que era director de publicaciones del diario El País, para ver si yo quería hacer las caricaturas, porque el dibujante que las hacía :Arotxarena, se iba de licencia a EE.UU por un mes y él, Lupinacci, había pensado en mí. Además de El País, serían para Mundo Color, por lo que debía ir de mañana y  por las noches.
Yo ya no trabajaba para El Día, por lo que acepté y así fue que durante ese mes hice caricaturas de todo los personajes que me pidieron. El sueldo era bueno y me sirvió para arreglar algunas cuentas que siempre fueron compañeras inseparables de mi existencia.
Hasta que una mañana, al llegar a ocupar la mesa de dibujo y aprontarme para hacer la tarea diaria, se acercó el secretario de redacción y me dijo: “Gezzio, hoy no te toca. Volvió Arotxa”. Tomé mis cosas, me despedí de todos y al bajar estaba un joven de rala barba parado en la puerta del diario al que reconocí. Me le acerqué, estirando mi mano para saludarle: “¿Qué tal, Arotxa? Soy Gezzio. Estuve haciendo tu suplencia y espero haberte cubierto bien” …El tipo volteó el rostro hacia otro lado y no me dio ni cinco de pelota. Me dí cuenta que era una “mega estrella del dibujo” con abolengo y prosapia, y que no iba a dignarse a hablar con un simple manchapapeles de cero estirpe y me alejé de allí, agradeciendo la “deferencia” que había tenido ese “colega” para conmigo., ya que me hizo conocerle bien.

Por hacerme el gracioso
En las noches que me tocaron trabajar en el diario El País, me asignaron a la sección deportes, porque querían que además de alguna caricatura deportiva, retocara las fotos, dibujando la dirección de la pelota cuando se hizo el gol o el esquema de una jugada. Un trabajito fulero, pero es parte de lo que un dibujante debe hacer en este país si quiere vivir del dibujo, así que lo hice.
Cuando llegué al sector me atendió el diagramador- un tipo macanudo que me puso al tanto de todo y me consiguió sitio donde dibujar. Interinamente estaba Jorge Savia como jefe de página, pero casi a los quince días de estar yendo todas las noches, apareció el verdadero encargado de la página que era  Juan Miraglia. Se paró al costado de mi mesa y mirándome con el ceño fruncido, dijo: “Así que Ud. Es Gezzio, que se hace el gracioso en ese pasquín de Guambia. ¡Muy bonito!” y se fue.
El diagramador que había escuchado todo, me dijo:”No le hagas caso. Es así. Calentón, pero después se le pasa”…
“¡Pero a mí no!- le respondí y agarrando mis cosas me fui del diario y no volví más. Ni siquiera a cobrar esos quince días de trabajo.

Una mosca en la leche colorada
Hacía poco tiempo que estaba trabajando en El Día, cuando una noche coincidí en el ascensor con el presidente del Consejo Editorial: don Eduardo Acevedo que me saludó gentilmente y enseguida me hizo la pregunta inesperada:
-¿Cómo entró a El Día, señor Gezzio?
Como vio que no le entendí, la amplió:
-Quiero decir, por cual político…¿de la 14 o de la 15?
-Yo vine con mi carpeta llena de muestras. Además estuve un mes  prueba junto a Rivera y después quedé, señor…-le contesté.
-Lo felicito- me dijo y me dio la mano- Debe ser uno de los pocos sino el único que entró por sus méritos. Siga así. Y se bajó del ascensor sonriendo.

Cuidado, Caen en paracaídas
Cuantos más dibujos hacía, más podía cobrar y por aquellos años, con hijos chicos, alquiler, comidas y boletos que pagar, había que dejar la timidez a un lado y enfrentar a quien fuera para ofrecer mis dibujos. La página deportiva del diario El Día la dirigía Ricardo Lombardo que tenía un carácter huraño, pero lo enfrenté y le ofrecí caricaturas y dibujos. Me dijo que no acostumbraba a publicar nada que no fueran fotos, además ya contaba con Rivera que era el dibujante estable del diario. Insistí y me  dijo que lo viera el domingo, después de los partidos. Así lo hice. Me dijo que dibujara un chiste que se le había ocurrido a él, que lo dibujara y  se lo llevara. Al rato lo tuvo sobre su escritorio. Le gustó y me dijo que lo iba a publicar. Le pregunté si podía seguir así.
-“Veame el próximo domingo, a ver si tengo algo”- me dijo, y así, domingo a domingo me daba una vuelta por su escritorio donde me decía qué quería que dibujara. Mis dibujos salían los lunes en la sección deportes.
Pero un domingo, Lombardo me dijo que no tenía nada para mí, porque ya la página estaba completa. Al otro día, cuando la ví, habían unas caricaturas de un nuevo dibujante: Guerrero, que me dijeron había sido promocionado por Pepe Batlle, lo que me dejaba afuera y sin derecho a reclamo. Las caricaturas eran buenas, muy diferentes a las que yo hacía y el tipo quedó instalado. Lo mismo me pasó con el suplemento de Economía dirigido por Faroppa y Lombardo hijo, con el que yo colaboraba desde hacía unos tres años. Me dijeron que tenían órdenes “de arriba” de publicar lo del nuevo. Y yo, por suerte todavía tenía “El día de los niños”, pero un día, el director del suplemento nos llamó a Rivera y a mí y nos dijo que como éramos los más veteranos, casi fundadores de la revista, nos consultaba porque había recibido órdenes de publicarle al nuevo. Nos negamos rotundamente, amenazando con irnos. El director entonces envió una carta, donde explicaba que tenía el staff completo (además de nosotros, estaban Lemos, Barreto y Cristina Cristar), y que no era necesario otro dibujante.Después que me despidieron, pudo entrar al suplemento y hacer hasta tapas que fueron siempre realizadas por Rivera y que cada vez que le hago recordar se agarra flor de bronca.

Pepito Grillo
Yo dibujé para El Dedo, invitado por Antonio Dabezies que había juntado a todos los dibujantes del medio. Mis dibujos se referían a hermosas mujeres en actitudes chistosas. Pero Cazalás hizo una historieta donde caricaturizó a Pepe Batlle y le puso Pepe Grillo, lo que ofuscó al subsodicho. Alguien de sus alcahuetes le dijo que ese dibujo era hecho por mí y me mandó llamar. Me negué a ir porque yo no tenía nada que ver. Le hice ver al que me trajo la orden que ese no era mi estilo, que lo cotejara con el de las chicas y que además estaban firmado por mi. Me mandó decir que yo era exclusivo de El Día y que no podía dibujar en ese pasquín.Le contesté que yo era un profesional y que dibujaría donde me pagaran y que si quería exclusividad me aumentara el sueldo.
Entonces me llamó el gerente César Clivio (con quién ya había tenido un entredicho por un dibujo que había hecho de él y que después contaré), pidiéndome que hiciera un aviso a toda página para el diario (buscaba una excusa valedera y caí como un chorlito), le contesté que yo era dibujante ilustrador, que los avisos venían armados de las agencias, además el diario tenía un sector expecializado en avisos.
-¿Te estás negando a una orden de la gerencia? –me gritó desde el otro lado del teléfono y me colgó.
A la semana, cuando llegué a marcar l reloj se me adelantó un compañero y me dijo: 
-¡No marques, estás en la lista de los que enviaron al seguro de paro!
Incrédulo subí a la redacción para averiguar porqué me enviaban al seguro, si yo tenía mucho trabajo en El Día de los Niños y además en el propio diario.
Uno me dijo hablando por lo bajo: Pepito está caliente porque lo dibujaste en El Dedo y no te la perdona, además le contestaste mal al gerente. Subí al despacho y pediles perdón…
Mi sangre italiana hervía a borbotones, ¡Pedirles perdón! ¿por qué? No eran mis amos y yo siempre me consideré libre y “orejano”-así me fue-.
Cuando iba a tomar el ascensor, me encuentro con Guerrero (Hogue) que me preguntó que pensaba hacer ¡si ya sabía todo!
Le contesté que no le iba a pedir perdón a nadie por algo que no había hecho. Pero él también había publicado en la revista y firmado, entonces le retruqué -¿y vos que va a hacer?
-Mi señora espera familia. Yo no puedo dejar el diario. Yo voy a ir a hablar con Pepito…  
Después él quedó en El día de los Niños que yo dejé y también hizo los dibujos en el diario que yo hice durante 18 años.
Cuando encaré al Jefe de Personal, le pregunté porqué me fletaban. Y por cuánto tiempo.
Me dijo que había poco trabajo (primera mentira, había y mucho) y que debía esperar hasta fin de año, ahí se revería el caso y que tal vez me tomaran de nuevo. Entonces le contesté que quería un despido pago por los 18 años o armaría un buen lío. Me pagaron religiosamente en seis cuotas y allí terminó mi paso por El Día, ya lleno de termitas que iban socavando los cimientos de lo que fue uno de los más grandes diarios de este país.