Sucedió en 1976. Hacía once años que estaba trabajando en El Día, cuando una noche Rivera me dijo que al otro día , por la mañana, nos esperaban en la Embajada de los EEUU, porque querían hablar con nosotros. Por supuesto que me preocupé, pero allá fuímos, donde sin muchos prolegómenos nos hicieron pasar a una sala y al cabo de un rato aparecieron dos simpáticas señoras, presentándose como profesoras de idioma castellano para los americanos que venían a nuestro país. Nos mostraron el libro que usaban en sus clases y eran los dibujos y los telegramas jocosos que publicábamos en la portada del diario. Habían hecho una recopilación y querían pedirnos permiso, además de felicitarnos. En realidad quién tenía más material era José, pero a mí de dijeron que también utilizaban mis historietas humorísticas (Bombón y Tatucito) porque sus secuencias les servían para la enseñanza. También apareció el embajador y su secretaria y nos agradeció. Salimos de la embajada “con gusto a poco”, porque fue bueno saber que nuestro trabajo estaba siendo utilizado en la enseñanza, pero “de arriba”, “graterola”, ya que recursos no les faltaban como para obsequiarnos con algun souvenir. Esa noche, uno de los cronistas le hizo una entrevista a Rivera que ocupó casi una página del diario del día siguiente, pero mi nombre no figuró ni en el borde de la página. Cuando llegué a la noche siguiente, Rivera estaba fastidiado porque según él me había nombrado y pedido que me hicieran una entrevista, pero no le habían hecho caso.
Un par de horas después, se me acercó el cronista que había entrevistado a Rivera y por lo bajo me dijo: -Te pido disculpas, Gezzio. Yo pedí hacerte una nota a vos también, porque la embajada felicitó a los dos y los dibujos son de ambos, pero…el secretario me lo negó…¿Tuviste algún problema?...
El secretario en ese momento era Luís Hierro López y el problema había sido una falta de mi parte: yo debía entrar al diario a las 20 y quedarme hasta las 12 o 2 de la madrugada, por las radiofotos de último momento que debía retocar. Yo vivía en esa época a una hora del centro, cerca del hipódromo.Una noche no me sentía bien y a eso de las 11 me fui del diario, escaleras abajo.
Al día siguiente, cuando llego al diario, Hierro me estaba esperando con los "zapatos de punta", y poniéndome en el medio de la redacción, rodeado de todos los periodistas, me gritó que yo le había dejado el diario “en pelotas” y que no había avisado a nadie. Que la próxima vez podría expulsarme y que desde ese momento, antes de irme debía preguntar en todas las secciones del diario y a él en particular si ya no tenía más para hacer y luego marcharme. Creo que eso pudo haber sido el motivo porqué no me hicieron una nota, ni ninguna, porque en El Día nunca tuve la suerte de mi amigo Rivera, que muy a su pesar, porque siempre fuedemasiado modesto, le hacían una por año…
En la foto se ven, de izquierda a derecha: la secretaria del embajador
sentada, las dos profesoras, el embajador, José Rivera y yo.