En los primeros años de 1970, dibujaba para Charoná, además en el Suplemento de los Niños del diario El Día, lo que me mantenía en permanente estado adrenalínico y aguantaba pocas pulgas, aunque esto siempre me ha sucedido, aún hoy que apenas hago una tira diaria.
Por eso es que le plantée a los editores de la revista Charoná, un pequeño aumento en el precio de mis dibujos. Quienes hacían la revista eran Juan José Ravaioli y Sergio Bóffano (padre). Ravaioli me pasó para Bóffano, a quién llamé una noche desde el diario y le hice el pedido, cosa que se negó, entonces le dije que yo no dibujaría más para ellos y le colgué.
Además de tapas históricas, estaba haciendo una página con las “Aventuras de Charoná”, recién había comenzado con una historia que quedó inconclusa, pero si al editor no le importó, menos a mí. Al otro día le comuniqué a Ravaioli mi decisión y él me contestó: -No te preocupes. Dentro de unos días vas a tener buenas noticias que te van a alegrar.
Y así fue. Ravaioli se separó de Bóffano y se asoció con Paolo de Savorgnani, el dueño de Impresora Polo (donde ahora estáLa República ) y con un español de apellido García para sacar una revista infantil que habían adquirido a unos maestros.
Una mañana me vino a buscar a mi casa para ver si yo quería encargarme de la jefatura de arte y de crear los personajes a partir de unos muñecos de felpa, tipo Plaza Sésamo.
Me daban una oficina en el primer piso y me ponían a disposición los dibujantes que yo eligiera, pero con la condición de que trabajara exclusivamente para ellos y abandonara el diario El Día, ya que querían exclusividad. El sueldo era muy bueno para la época, pero yo sentía un afecto muy especial por el suplemento infantil ( hacía 12 años que estaba allí), y luego de varias reuniones con dichos socios llegamos a la conclusión que iría por las noches y por las mañanas a dibujar y controlar la revista.
Además de tapas históricas, estaba haciendo una página con las “Aventuras de Charoná”, recién había comenzado con una historia que quedó inconclusa, pero si al editor no le importó, menos a mí. Al otro día le comuniqué a Ravaioli mi decisión y él me contestó: -No te preocupes. Dentro de unos días vas a tener buenas noticias que te van a alegrar.
Y así fue. Ravaioli se separó de Bóffano y se asoció con Paolo de Savorgnani, el dueño de Impresora Polo (donde ahora está
Una mañana me vino a buscar a mi casa para ver si yo quería encargarme de la jefatura de arte y de crear los personajes a partir de unos muñecos de felpa, tipo Plaza Sésamo.
Me daban una oficina en el primer piso y me ponían a disposición los dibujantes que yo eligiera, pero con la condición de que trabajara exclusivamente para ellos y abandonara el diario El Día, ya que querían exclusividad. El sueldo era muy bueno para la época, pero yo sentía un afecto muy especial por el suplemento infantil ( hacía 12 años que estaba allí), y luego de varias reuniones con dichos socios llegamos a la conclusión que iría por las noches y por las mañanas a dibujar y controlar la revista.
El modelo (mono) que habían entregado los maestros no era atractivo y tuve que rediseñarlo todo, pero cuando le pasaba mis bocetos al armador (todo se hacía con pegamento y tijera, ya que todavía no teníamos las compus), éste lo reformaba a su gusto y lo terminaba con muy poco sentido artístico, lo que le valió que lo sacaran del staff, generándome un enemigo y más trabajo.
También tuve unos roces con el jefe de máquinas. Una mañana fuí a controlar el color de tapas y poster que era lo que más debía cuidarse y las rotativas estaban ya marchando y las impresiones salían como chorizo. Al mirar una, ví diferencias de color en la tapa y pedí que pararan las máquinas, que así la revista no se iba a imprimir. Entonces se me apersonó un “urso” que increpándome me dijo: -¡Yo soy el jefe de las rotativas! ¡Ud. no tiene nada que hacer acá! Además ya llevamos casi toda la edición impresa…¿quiere que tire todo a la basura?
También tuve unos roces con el jefe de máquinas. Una mañana fuí a controlar el color de tapas y poster que era lo que más debía cuidarse y las rotativas estaban ya marchando y las impresiones salían como chorizo. Al mirar una, ví diferencias de color en la tapa y pedí que pararan las máquinas, que así la revista no se iba a imprimir. Entonces se me apersonó un “urso” que increpándome me dijo: -¡Yo soy el jefe de las rotativas! ¡Ud. no tiene nada que hacer acá! Además ya llevamos casi toda la edición impresa…¿quiere que tire todo a la basura?
-¡Y yo soy el jefe de arte de la revista y respondo ante los dueños y no acepto ésto, así que mejore los registros porque así la revista no sale!- le contesté ya entrando en calor…
El tipo fue como viento a hablar con el dueño de la imprenta quien al rato me llamó y tuve que explicarle que lo hacía por el bien de la revista y de la propia imprenta. Se desmerecía el producto, además él mismo me había pedido que controlara la revista. Y todo enfrente del “urso” que tuvo que volver refunfuñando a corregir la impresión, pero no me tomó bronca, porque al final entendió mi preocupación y nos hicimos amigos por años.
Como soy un adicto a las historietas tuve que convencerlos de poner varias y variadas.
Estas historietas están guionadas y dibujadas por mí, excepto los textos que fueron dibujados por mi ayudante.
Cada página as dibujabade a 3 tiras independientes, que luego se pegaban y le ponía una guí con el color en papel transparente, para que en la fotomecánica le aplicaran los diversos tonos que impimirían el colorido.
Guioné "Pit",la historieta de un joven inglés raptado por piratas y por diversas circunstancias había quedado al mando de un galeón (Este personaje venía con el modelo original de la revista y había sido escrito y creado por Valdés, pero los editores no estaban conformes con su dibujo y querían aggiornarlo). Se lo dí a dibujar al chileno Sergio López que ya tenía su propia historieta Andresito del planeta Aries, y cuando éste volvió a Chile, se lo encargué a W.Ferreira.
Una noche llegó Pedro Cano, lo conocía de cuando yo dibujaba en Pilán, un suplemento del diario La Mañana y él estaba como coordinador y hacía unos dibujos humorísticos de gauchos que me gustaban, por eso se me ocurrió darle el guión de un personaje que tenía en carpeta: "El Escurridizo".
Fue una historieta que gustó mucho. Cano le agregaba chistes inventados por él mientras seguía mis guiones, lo que enriquecía la historia. De mi cosecha y con mis guiones y dibujos, dibujé una historia completa de "Nuk, hijo de esquimales".
Fue una historieta que gustó mucho. Cano le agregaba chistes inventados por él mientras seguía mis guiones, lo que enriquecía la historia. De mi cosecha y con mis guiones y dibujos, dibujé una historia completa de "Nuk, hijo de esquimales".
Como no me gustaba la tipografía de la imprenta para las historietas, puse a un dibujante (un español, que estuvo unos años con nosotros) y dibujaba el texto a todas las historietas y además hacía los títulos a pincel de las notas, pero había que controlarlo porque siempre metía alguna falta de ortografía y después nos llovían las cartas.
Para pintar algunos posters de fechas históricas y sacarme un poco el trabajo de arriba, ya que era yo quién debía pintarlos, más las tapas y diversas ilustraciones (semanalmente!), convencí a mi amigo José Rivera para pintar algunos.
A pesar de todo el trabajo que siempre tenía en el diario y los suplementos, pintó tres posters a la témpera, su técnica habitual, en su estilo único y magistral. Y a mí me sirvió para usarun detalle también en tapas.
Para pintar algunos posters de fechas históricas y sacarme un poco el trabajo de arriba, ya que era yo quién debía pintarlos, más las tapas y diversas ilustraciones (semanalmente!), convencí a mi amigo José Rivera para pintar algunos.
A pesar de todo el trabajo que siempre tenía en el diario y los suplementos, pintó tres posters a la témpera, su técnica habitual, en su estilo único y magistral. Y a mí me sirvió para usarun detalle también en tapas.
En tanto, yo seguía dibujando y escribiendo los guiones de mis personajes del suplemento de los niños: Tatucito, Bombón, Hechos, etc. por lo que contraté a una joven que había sido mi alumna en el curso de humorismo de mi escuela para que me ayudara con el color y con el entintado de Tatucito, y fuera al diario a llevar y traer los pedidos.
A otro dibujante que convencí para que hiciera una historieta de personaje propio fue a Carlos María Federici, quien no dibujaba desde hacía años. Lo tomó con mucho entusiasmo y nos llevó su "Jet Gálvez", lo que le insumía un gran esfuerzo, porque eran dos páginas semanales y él las dibujaba a tamaño gigante, al estilo americano, con un dibujo meticuloso y buen acabado en la línea.(En el Museo de la Historieta de Minas hay originales que se pueden observar). El problema surgió cuando al cabo de un tiempo, la secretaria de la revista (esposa de uno de los socios) opinó que no le interesaba más esta historieta, pese a que tenía mucha aceptación entre los niños que nos escribían a la revista.
Y como siempre ha sucedido en este egoísta y pequeño mercado, casi sin previo aviso, la dejaron de publicar.
A otro dibujante que convencí para que hiciera una historieta de personaje propio fue a Carlos María Federici, quien no dibujaba desde hacía años. Lo tomó con mucho entusiasmo y nos llevó su "Jet Gálvez", lo que le insumía un gran esfuerzo, porque eran dos páginas semanales y él las dibujaba a tamaño gigante, al estilo americano, con un dibujo meticuloso y buen acabado en la línea.(En el Museo de la Historieta de Minas hay originales que se pueden observar). El problema surgió cuando al cabo de un tiempo, la secretaria de la revista (esposa de uno de los socios) opinó que no le interesaba más esta historieta, pese a que tenía mucha aceptación entre los niños que nos escribían a la revista.
Y como siempre ha sucedido en este egoísta y pequeño mercado, casi sin previo aviso, la dejaron de publicar.
Cuando ya no pude más con todo lo que hacía en la revista, le pasé las historietas de Patatín y Patatán y Ariel y sus amigos a otro de mis alumnos: Alvaro Osuna, que ya me estaba ayudando en el entintado y el marcado del color de ambas.
Porque en aquella época el color se marcaba con lápices o fibras de colores sobre un papel transparente o al dorso del dibujo y luego en el taller, sacaban cuatro copias en acetato:
Una para el negro, otra para el magenta (rojo), otra para el cyam (azul) y otra para el amarillo y manualmente, con un pincel y una pintura especial (opacol) se rellenaba la zona donde debía colorearse, pero además había que calcular el porcentaje para las combinaciones:
para que saliera un área anaranjada (60 % amarillo más 40% de magenta) o verde (30% de cyam más 20 % de amarillo),etc. No la teníamos tan fácil como ahora con las compus. Había que tener muchas ganas y querer mucho la profesión para no largar todo y dedicarse a algo menos tedioso.
para que saliera un área anaranjada (60 % amarillo más 40% de magenta) o verde (30% de cyam más 20 % de amarillo),etc. No la teníamos tan fácil como ahora con las compus. Había que tener muchas ganas y querer mucho la profesión para no largar todo y dedicarse a algo menos tedioso.
La revista arrancó con mucha publicidad y vendió muy bien el primer año. Lo mismo el segundo y lo notábamos por la cantidad de cartas que recibíamos. En el tercer año sucedió algo entre los socios; ya que el socio español se largó, pero la revista no se resintió, sólo que Ravaioli que era el administrador se la llevó a su estudio particular y allí fuímos. Como no cabíamos todos, los dibujantes hacían el trabajo en sus casas y me lo alcanzaban a esa oficina, pero se me redobló el trabajo y se lo hice ver al socio, prometiéndome éste un aumento en poco tiempo.
Cuando pasó ese tiempo y el aumento no llegó, le dije que me iba (me sentía muy cansado), entonces me pidió que esperara su vuelta –él se tomaba una licencia- que cuando volviera lo hablaría con su otro socio y me iban a dar lo que pedía. Acepté y se fue de vacaciones. Entonces recibí la llamada del dueño de la imprenta, (el otro socio) que fue al grano directamente: “él sospechaba de su socio porque a pesar que la revista seguía vendiendo bien y tenía avisos pagos, éste le pasaba cifras menores que no coincidía con eso. Además se había impuesto un sueldo muy alto,porque al llevarse la revista a su oficina, le cobraba el alquiler y hasta la nafta del coche, y él no estaba dispuesto a que se tomara las vacaciones a expensas de la revista, por lo que me dijo que quería romper la sociedad y que su abogado tenía todo listo y me ofreció hacerme cargo de toda la revista, yo debía volver a la imprenta a una oficina más grande, equipada a nuevo y que le dijera cuánto quería ganar por eso, pero debía largar cualquier otro trabajo que tuviera.
Debía ser exclusivo de la imprenta. Me sentí confundido y creo que no me dejé marear por el hecho de tener una revista totalmente en mis manos. Así que le pedí un par de días para pensarlo. Me dijo que no tenía mucho tiempo porque quería hacerlo antes que volviera Ravaioli de sus vacaciones. Anduve varios días cavilando. El pago que le pedí y había aceptado triplicaba lo que ganaba en ese momento, pero Ravaioli siempre se había portado bien conmigo, desde cuando estaba en Charoná, y yo nunca me enteré que me la hubiera jugado sucio y tengo principios que me superan y me atan.
Así que en la mañana señalada le dije que no, que no aceptaba y que me iba de la revista porque al ver el lío que se había formado, yo no iba a estar bien cuando volviera Ravaioli.
Cuando pasó ese tiempo y el aumento no llegó, le dije que me iba (me sentía muy cansado), entonces me pidió que esperara su vuelta –él se tomaba una licencia- que cuando volviera lo hablaría con su otro socio y me iban a dar lo que pedía. Acepté y se fue de vacaciones. Entonces recibí la llamada del dueño de la imprenta, (el otro socio) que fue al grano directamente: “él sospechaba de su socio porque a pesar que la revista seguía vendiendo bien y tenía avisos pagos, éste le pasaba cifras menores que no coincidía con eso. Además se había impuesto un sueldo muy alto,porque al llevarse la revista a su oficina, le cobraba el alquiler y hasta la nafta del coche, y él no estaba dispuesto a que se tomara las vacaciones a expensas de la revista, por lo que me dijo que quería romper la sociedad y que su abogado tenía todo listo y me ofreció hacerme cargo de toda la revista, yo debía volver a la imprenta a una oficina más grande, equipada a nuevo y que le dijera cuánto quería ganar por eso, pero debía largar cualquier otro trabajo que tuviera.
Debía ser exclusivo de la imprenta. Me sentí confundido y creo que no me dejé marear por el hecho de tener una revista totalmente en mis manos. Así que le pedí un par de días para pensarlo. Me dijo que no tenía mucho tiempo porque quería hacerlo antes que volviera Ravaioli de sus vacaciones. Anduve varios días cavilando. El pago que le pedí y había aceptado triplicaba lo que ganaba en ese momento, pero Ravaioli siempre se había portado bien conmigo, desde cuando estaba en Charoná, y yo nunca me enteré que me la hubiera jugado sucio y tengo principios que me superan y me atan.
Así que en la mañana señalada le dije que no, que no aceptaba y que me iba de la revista porque al ver el lío que se había formado, yo no iba a estar bien cuando volviera Ravaioli.
Cuando éste volvió no le dije nada del insuceso y no podía creer que me fuera, pero lo hice con mi conciencia tranquila. Al poco tiempo el dueño se voló rumbo a México, dejando una lista de deudas y cheques sin fondos. Ravaioli siguió un par de años más hasta que cerró y reabrió otra revistita: Sapito, por la que también me vino a buscar pero me negué a colaborar. Tuvo poca aceptación y la cerró a los pocos números.Yo seguía en "El Día de los Niños" y Boffano me había llamado de nuevo y estaba de vuelta en Charoná.
Espero que esta crónica nostálgica no empañe la memoria de aquellos que eran nuestros lectores y que tenían en su cartera escolar a "Patatín y patatán" como compañeros de clases.
Espero que esta crónica nostálgica no empañe la memoria de aquellos que eran nuestros lectores y que tenían en su cartera escolar a "Patatín y patatán" como compañeros de clases.