Mi "paso" por Mundo Uruguayo
La época del sesenta del siglo pasado era muy estéril en revistas o lugares donde publicar algo, como para comer todos los días y pagarme la pensión. Hacía poco que estaba en El Día y el cobro era magro, por lo que empecé a recorrer las oficinas de los otros diarios, pero ya todos tenían el personal estable: uno o dos dibujantes que hacían de todo: desde una caricatura hasta un aviso. Y cuando decía que ya estaba en El Día se terminaba la entrevista. No se acostumbraba a trabajar en diarios de la competencia, uno era del que lo tomaba y no podía dibujar para otro, esa era la excusa repetida que escuchaba. Salvo en La Mañana donde al Dr. Blengio Brito no le importó ya que necesitaba un historietista para el suplemento Pilán que publicaba el diario y así nació mi primera historieta cómica gauchesca: “Gauchito”. Pero el pago seguía siendo poco, así que seguí buscando hasta llegar a otra revista ya centenaria: Mundo Uruguayo que se imprimía en huecograbado en los talleres que tenía El Día en la calle Piedra Alta y La Paz. Una mañana llegué hasta esos galpones y pedí hablar con el director o quién fuera el encargado de arte. El moreno portero me dijo que subiera una pequeña escalera y preguntara por Pablo Bodó, director en esos años finales de dicha publicación. Así lo hice y luego de esperar un rato en la soledad de una atestada oficina, apareció un hombrecito de ceño fruncido y muy nervioso que me increpó para qué estaba yo allí.
Cuando le mostré los dibujos, me dijo que ya tenían un dibujante que ilustraba todo: José Rivera. Le dije que lo conocía porque hacía un tiempo estaba trabajando junto a él en la Redacción del diario. Entonces fue hasta una carpeta, sacó dos hojas mecanografiadas y me las dio, diciendo: -“¡Hágame dos ilustraciones de este cuento y tráigamelo!...Además me dio una revista de Mundo Uruguayo de la semana y desapareció, dejándome solo con el papel en la mano.
En la tarde leí y releí el cuento –un tema romántico ocurrido en algún lugar de Europa, por lo que tuve que buscar información sobre los vestidos, e hice los dos dibujos pedidos. Le agregué una aguada uniforme para darle un toque de gris, ya que lo hice a la pluma y había visto que la revista, al ser impresa en “hueco” permitía esos tonos.
Al otro día, temprano le llevé los dibujos, pero el portero me dijo que el señor Bodó iba solo dos días por semana y ese día no estaba, así que le dejara el material que él se lo entregaría “cuando lo viera”. Los metió en un sobre a lo que le pedí que le pusiera mi nombre, para que me recordara. El portero me dijo al despedirme: -“Venga el miércoles de la semana que viene que ese día el “arma” la revista…Y me fui bastante desilusionado, pensando que el sobre se podía extraviar, qué pensaría el fulano, en fin como que había sido un trabajo en vano.
Pasó la semana y el miércoles por la mañana volví al “galpón”. Al verme el portero me sonrió y señalándome l escalera me dijo: Está arriba, pero apúrese porque está por irse…
El hombre me miró sobre sus lentes, semiapoyado en un viejo escritorio lleno de papeles y me dio un ejemplar de Mundo Uruguayo recién salido de la imprenta:
¡Tome, fíjese en las páginas tal y tal!
¡Allí estaban mis dibujos publicados y a dos colores: lo habían virado al rojo y al azul y a pesar de la rara mezcla, para mí estaban hermosos!
-No sabía que los iba a publicar- le dije- pensé que eran de muestras…
-Las muestras ya las vi cuando vino la semana pasada ¿no? Tome este otro y hágame una ilustración porque tengo poco espacio en el próximo…
Gracias- balbuceé- ¿Y ésto como se paga?
En ningún momento había hablado de pagarme los dibujos ni cuánto, por eso mi inquietud.
-Cuando vuelva con el próximo dibujo, le doy un vale que lo cobrará en la ventanilla, en la caja del diario.
Y así fue. No pude hacer muchos dibujos porque para ahorrar, el director usaba ilustraciones que “tomaba” de revistas americanas, pero creo que el hombre se apiadó de un joven dibujante y vio el hambre en mi cara para darme algunos trabajos. Creo que ese fue el último año que se publicó aquella revista. Había cumplido un ciclo y la directiva de El Día tenía una serie de suplementos en preparación: “El Día de los Niños” entre ellos, que hicieron historia en la prensa uruguaya.