Cuando mi infancia, juntar figuritas era uno de nuestros pasatiempos favoritos, aunque fuera costoso, pero como venían con un chocolatín, justificaba el gasto a pesar de lo difícil que era conseguir dinero para esos menesteres. Y después estaba hallar “la sellada” que daba el derecho a cobrar el premio, una artimaña de los editores de álbumes para hacernos gastar lo que no teníamos. Nunca imaginé que yo iba a estar algun día ¡dibujando álbumes y figuritas!
Un día me llamaron para dibujar la vida de Artigas en cromos. Yo no tenía idea de cómo era el negocio: me pidieron cinco muestras pintadas a mano, cosa que hice a la témpera y cuando las llevé como a la semana, aunque le gustaron tuve mi primera enseñanza: para hacer figuritas había que dibujar y pintar muy rápido, porque querían unas 300 en 15 días, cosa que en esos días me resultaba imposible. Yo era empleado del diario El Día y eso absorbía todo mi tiempo. Así que no tomé el trabajo y me fui sin cobrar los 5 dibujos.
Pero cuando el mundial del ´78 me vinieron a buscar para hacer las caricaturas de todos los jugadores de todos los cuadros que intervenían en ese mundial. Eran casi 400 figuritas y el jugador debía estar pateando una pelota, de cuerpo entero. ¡Qué laburo! Contraté a un primo para que me ayudara en la separación de color y que me calcara a lápiz algunos de los cuerpos que yo ya había dibujado sin su cabeza. Las caricaturas las fui haciendo por separado y luego le agregaba el cuerpo. Me llevó unos 20 días, algunos sin dormir, pero el trabajo salió y el editor y su jefe de arte quedaron conformes, por lo que me volvieron a llamar en años sucesivos y estuve haciendo gran cantidad de álbumes de todo tipo. Este editor usaba dos empresas: Nuestro Mundo y Figus S.A para la edición de figuritas y siempre estaba alerta a los personajes de dibujos animados que pasaran los canales 4 y 12, además de lo que hacía Cacho Bochinche, por eso dibujé de todo, desde las tapas, los posters para colocar en los quioscos, los dibujos para los sobres y los interiores con los recuadros para pegar las figuritas. Me habían asignado un tablero frente a un gran ventanal y me hacían sentir muy cómodo, además de pagarme en tiempo y forma. Ese editor que hoy ya no está fue una excelente persona que sabía tratar al dibujante, aunque a veces exigía bastante. Se llamaba Edison Nakle.
Todas las monedas tienen dos caras
Pero en las antípodas trabajé con otro que estaba tratando de hacer álbumes y me contrató luego que el trabajo en Figus bajara un poco, por enfermedad de su dueño.
En esta otra empresa hice la vida de Artigas, tuve que ayudarme con varios de los dibujantes que tenía en mi estudio porque sinó no me daban los tiempos. Lo difícil resultó cobrarle. O estaba en reunión o tenía que “vender el auto para pagarme porque el álbum no había vendido como para pagar a todos”, además vos sos muy caro, Gezzio”…En fin, lo de siempre.
Y como yo debía a mis dibujantes, me agarró con otro álbum sobre ecología! Más difícil de vender que heladeras a los esquimales. Pero igual lo hice. Y sufrí las de Caín para cobrarle. Lo llamaba todos los días y un día me le presenté y le saqué medio de prepo, cheques diferidos, amenazándolo con denunciarlo si no pagaba. Esta es la otra cara de la medalla y el problema que tenemos todos los dibujantes en este bendito país: ¡no nos protege n-a-d-i-e!
Pero como tengo sangre italiana no escarmiento y otro personaje me convenció que el álbum que vendería muchísimo sería uno dedicado a la historia del Frente Amplio, narrado por dos niños : Ole lé y Ola lá., y como él dijo tener vinculaciones con la mesa del frente, conseguiría la aceptación para su publicidad.Eso fue por 1985.
Me puse en campaña. Conseguí un amigo que escribió la historia. Creé los personajes y dibujé todas las figuritas, el album, los sobres y el afiche. Conseguí la imprenta y créditos, porque yo iba en partes de las supuestas ganancias. Se contrató un grupo de personas para que ensobraran las figuritas y sellara los sobrecitos. Luego conseguí otro amigo que tenía un coche y que fuera a los quioskos para hacer el reparto.
Como no se había hecho suficiente publicidad, los quioskeros no conocían el álbum y no lo querían, aunque siempre se los deja en consignación. Ellos pagan después que venden los sobrecitos.No arriesgan nada y si les caés mal, te esconden el producto, como lo hicieron en muchos lados. Como los canillas cuando publiqué mi revista Bombón.
Muy pocos se quedaron con un par de álbumes y paquetes de sobres. Ese álbum fue uno de los más sonados fracasos que tuve como editor. El que era mi socio se quedó con todo, porque yo no quería ni verlo.La mesa del Frente no nos dio ni la hora, aunque se lo llevamos en tiempo y forma. Alguien me dijo que el error era el de hacer algo político para niños…
Y el último que dibujé fue para unas personas vinculadas al diario El País, caricaturas de futbolistas. Pero también fue difícil de cobrar porque como no vendieron casi nada, no me querían pagar. Aunque al final cobré todo. Hace mucho que pasó todo esto, pero es parte de mi trayectoria. A los futuros colegas, si es que alguien los llama para hacer álbumes (creo que ya pasaron a la historia), aunque ahora con la compu se soluciona casi todo, traten de cobrar algo por adelantado.