XANADU 19

martes, 29 de junio de 2010

Memorias desde mi tablero



 El aviso en la pared
En la primera mitad de 1960, ambulaba por Buenos Aires de revista en revista, publicando algo para subsistir en aquél medio que se me mostraba esquivo, y demasiado costoso para mantenerme, a pesar que pernoctaba en casa de mi generosa prima hermana, que me animaba día a día a salir en busca de esa publicación que me resultaba esquiva y que “me llevaría a la fama”. El ambiente político estaba enrarecido y las revistas ya tenían excelentes dibujantes. Además los pagos se hacían después de publicar los dibujos y a veces me pasaban de un mes para otro. Por eso y  muy a mi pesar, porque no soy de volver sobre mis pasos, opté por regresar a mi ciudad ante la alegría de mis padres. También volví para hacer “fondos” a las oficinas donde me había desempeñado como administrativo contable, pensando en seguir hacia Montevideo,  puse un aviso en el diario local ofreciendo mis servicios artísticos.
El primero que me llamó fue un directivo del Club Peñarol de la localidad. Quería que le pintara un aviso sobre una marca de pintura ¡de 2 metros de alto por 2,50 de ancho! ¿Dónde lo quiere?- le pregunté intrigado.
-En el muro que rodea la cancha. Hay uno que ya no se ve y se debe hacer todo a nuevo y como vos sos dibujante, pensé que lo podrías hacer. Te doy los pinceles y la pintura.
La necesidad tiene cara de hereje- es el dicho popular y yo necesitaba hacer algo que no fueran números, por lo que acepté la tarea. Al otro día me enfrenté a un muro más alto que yo, tenía que poner mi bicicleta y subirme a ella para llegar hasta la parte superior del muro y así encaré el trabajo sobre los ladrillos. Como el aviso antiguo apenas se veía, igual me sirvió de base y pude pintarlo, lo que me llevó 5 tardes y una mañana para terminarlo.
Entonces fui hasta el directivo para cobrar el trabajo.
-¿Cómo me vas a cobrar? ¡Si te dí los pinceles, la pintura y además practicaste, porque en este pueblo como dibujante te morís de hambre, pibe!- me espectó malhumorado.
Pasaron los días. Creo que un mes, cuando fui de nuevo a verlo y allí lo encontré más sociable. Luego de un largo prorrateo, me dio $ 5 (cinco pesos de los años 60) en pago del trabajo. ¡Puf, pero había cobrado!

Dibujando motores
Otro día, llegó un enorme camión a mi casa y bajó el conductor, pidiéndome un dibujo porque había visto mi aviso en el diario local: se le había roto un elemento del motor y necesitaba comprarlo en Buenos Aires y como no quería desprenderse de la pieza, quería que yo le hiciera un dibujo para enviarlo con un corredor a traerlo. Estaba claro que mi ciudad no era lugar para mí, tenía que dibujar de todo menos historietas, pero volví a aceptar el trabajo: era una pieza muy complicada y el tipo la quería idéntica. No le dije porqué no le había sacado una foto, porque yo me quedaría sin ese trabajo. Pacientemente como si dibujara una naturaleza muerta y agregándole grises y brillos el trabajo quedó como me lo había pedido. Cuando vino a buscarlo me dijo- ¡Gracias, esto era lo que quería! ¿Cuánto te debo?
-50 pesos -le dije
-¡¿Estás loco? ¡Por esa plata le hubiera sacado una fotografía!
-¡Pero lo que yo hice fue una ilustración y le cobro barato!
Me pagó refunfuñando y  me negó el saludó por años. Pero yo ya no vivía en mi ciudad. Ya había recalado en la capital y allí empezó mi odisea…

No hay comentarios: